domingo, 24 de enero de 2021

Un título muy civil

 


El próximo día 29 de enero, festividad de san Valero, espero tomar un trozo de roscón virtual, o sea, nada con sifón. La pandemia de coronavirus será este año, entiendo, la causa principal de que los tenderetes callejeros de roscones brillen por su ausencia. Aquella vieja estampa de mujeres con delantal frente a un tenderete en la plaza de La Seo ofreciendo roscones al viandante curioso queda ya tan lejana en el tiempo como las locomotoras de vapor o las máquinas de coser con pedal. Por otro lado, pese a mi acendrada laminería, he de reconocer que la masa de  roscón, sea de Reyes o de san Valero, siempre me produjo un tremendo ardor de estómago y ciertos retorcijones en la oficina de las tripas.  San Valero, rosconero y ventolero, invita a quedarse en casa para leer la prensa, ver una serie de Netflix, o hacer limpieza de papeles inservibles. En ocasiones hasta descubro escritos que había dado por perdidos, o relatos inconclusos por la desidia cuyo papel ya amarillea como las hojas secas de los plátanos de sombra. El confinamiento voluntario al que estoy sometido por recomendación de los virólogos no lo llevo del todo mal. Como decía un viejo refrán: “Entre santa y santo, pared de cal y canto”. Si les digo la verdad, la prensa escrita que se edita hoy en España carece de aliño e independencia. Está “amaestrada”, por desgracia para el lector, por los poderosos que pagan la publicidad incrustada entre sus páginas. Estoy harto de leer artículos de butacón (en ABC les llaman “Terceras”) donde se da más importancia al autor firmante que al meollo del texto plasmado. No digamos nada si se trata de un académico de la Española. Ello me recuerda un artículo de Fernando González Urbaneja, publicado en ABC el 31 de agosto de 2013 con ocasión de la muerte de Manuel Martín Ferrand. González Urbaneja hacía referencia entonces al escepticismo como herramienta en el oficio de periodista. Ese escepticismo llevó a  Manuel Martín Ferrand, como cuenta González Urbaneja en su elogio funeral (cito textualmente) “a cantar las cuarenta al maestro armero y a decir las verdades del barquero a quien habitara en el poder, se llamara como fuera el inquilino de La Moncloa. Su amigo Pérez Puig le pidió un prólogo para el programa de una obra de Jardiel, y luego reclamó un añadido a su firma, porque Luis María Anson incluyó ‘de la Real Academia’. Manolo, al instante, propuso: ‘Manuel Martín Ferrand, de La Coruña’. Un título muy civil. Y así salió publicado”.


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