martes, 19 de enero de 2021

Escalofrío

 El confinamiento de los ancianos

 

Estoy de acuerdo con Gabriel Ramírez, que afirma hoy en El Correo de Andalucía que “soy de los que piensa que España debe buscar alternativas al modelo económico y productivo actual. Un país no puede depender del turismo y la hostelería hasta niveles tan peligrosos. Pero, de momento, es lo que tenemos; miles de familias viven gracias a la hostelería; y no se puede ayudar a que un sector quede arrasado”. Entonces, ¿cómo lo hacemos? España optó por lo más fácil, por la hostelería y el turismo de borrachera; es decir, por abrir las puertas de par en par a los extranjeros a un país para ellos “barato” y esperar a que nos dejasen divisas a fuer de tomar el sol y quemarse la piel,  bañarse en nuestras playas, que es gratis total, comer paellas infames a las siete de la tarde, beber sangría, asistir a corridas de toros y ejercitarse mediante apuestas en el peligroso arte del balconing (perdonen el pseudoalglicismo) desde terrazas y azoteas a las piscinas de los hoteles. Triste es decirlo, pero España se ha convertido en un país de camareros mal pagados y de vendedores de suvenires de bailarinas con faralaes. Con esos mimbres difícilmente podremos hacer un buen cesto. Nadie esperaba la visita del SARS-CoV-2, ese indeseado turista,  ni sus terribles sus consecuencias.  La hostelería y las residencias de ancianos se han llevado la peor parte. No se puede depender del turismo hasta niveles tan comprometidos, ni parece ético “aparcar” ancianos a su suerte  en inmundos guariches con precios exorbitantes. Respecto a mi opinión sobre los triajes prefiero correr un tupido velo, al no tener muy claro cómo se estructuran los niveles de prioridad en los hospitales ni a criterio de quiénes se separa el grano de la paja; o dicho de otra manera, quién decide que un enfermo viva y otro enfermo muera. También en eso, los ancianos llevan las de perder. La desgracia siempre se ceba con los desvalidos.

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