jueves, 28 de enero de 2021

A la luna de Valencia

 


Esta noche podré contemplar a las 20 horas y 16 minutos la primera luna llena del año en Leo, esa máquina fotográfica que, como decía Ramón Gómez de la Serna en una de sus greguerías, “sólo gasta una placa cuando ve un crimen”. Y aquí estamos, a la luna de Valencia, viendo cómo crecen los efectos indeseables de la pandemia y cómo, a su vez, se arruinan con cuentagotas pequeñas tiendas de toda la vida. Aquí estamos, digo, esperando que llegue la vacuna a toda la población. Parece que nos hubiese mirado el tuerto. Dice la RAE que “estar a la luna de Valencia” es una locución que hace referencia al estado  en el que se queda alguien cuando se ven frustradas sus esperanzas de lo que deseaba y pretendía. Parece ser que Valencia contaba en la antigüedad con 12 puertas (ya sólo quedan dos) que se cerraban desde el toque de queda hasta el amanecer. Aquel que llegaba tarde debía permanecer al raso durante ese periodo de tiempo. Al menos, eso señalaba Vicente Vidal Corella en su libro “La Valencia de otros tiempos”. Decía el actor George Carlin que hay noches en que los lobos están en silencio y aúlla la luna. Hay noches, también, en las que los coyotes aúllan blasfemias y los caimanes escupen azufre. Faltan vacunas contra el coronavirus y sobran lavativas para limpiar los intestinos. Resulta complicado atravesar este largo desierto. 

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