sábado, 30 de enero de 2021

El oficio de escribir

 


Terminada la grabación, el disco de vinilo siguió dando vueltas sobre el plato. Por la ventana entraba el ruido de una ambulancia con muchas luces azules moviendo tabas. El escritor se despertó en su sillón, miró el reloj y tomó un sorbo de agua. Sobre sus rodillas tenía a punto de caerse al suelo una novelilla de bolsillo que comprendía tres relatos cortos de W. Somerset Maugham. El articulista somnoliento sólo había leído uno de ellos, “La carta” (1924) cuando le descalificó el sueño. El relato desarrollado en Singapur era aceptable aunque la traducción se le antojó infame. Una malvada china que tiempo antes había estado al servicio de Leslie Crosbie se negaba a devolver, salvo con la contrapartida de mucho dinero, una carta comprometedora para su ama,  escrita de puño y letra a su amante Geoff Hammon. Aquel era  el único clavo donde poder agarrarse la señora Crosbie para que una sentencia firme la librarla de la horca. William Wyler llevó ese relato corto en 1940 al cine con Bette Davis de protagonista. La película tuvo siete nominaciones al Oscar aunque el premio finalmente se lo llevara “Rebeca”, de Alfred Hitchcock con un guión adaptado de la novela de Daphne du Maurier. El escritor libero la aguja del vinilo, se asomó a la ventana y pudo observar a unos operarios municipales con la manga de riego sacando brillo al empedrado. Después de haberse tomado una taza de café negro, se dispuso a teclear en la vieja Underwood. La aurora comenzaba a filtrarse por los visillos. Decía Camilo J. Cela (en  Zoilo Santiso, escritor tremendista”) que “para ser escritor no se necesita nada. La prueba es que uno va a los cafés y se los encuentra llenos de escritores escribiendo dramas y artículos, tomando café con leche y haciendo aguas”. Les sucede como a los músicos, que sólo soplan bien sin atril el saxofón, el clarinete, o la tuba, o interpretan  “Si vas a Calatayud” con pulcritud, después de haberse echado al coleto un par de magdalenas y varias copitas de anís Las Cadenas, de finísimo paladar.

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