sábado, 13 de diciembre de 2025

Cuestión de estilo

 

Todavía existen hoy muchos redactores de la prensa que se equivocan a la hora de nombrar a cargos públicos.  Quiero decir que ignoran que los nombres de los cargos se escriben con minúscula inicial  y los de las instituciones con mayúscula. Por ejemplo: rey de España, presidente del Gobierno, fiscal general del Estado, obispo de Tarazona, etcétera. Llevarán, por tanto, mayúsculas iniciales Reino de España, Presidencia del Gobierno, Fiscalía General del Estado u Obispado de Tarazona. De la misma manera, todas las profesiones pueden y deben usarse en femenino,  ya tengan flexión de género (el médico/la médica, el abogado/la abogada), ya sean comunes en cuanto al género (el periodista/la periodista). Esto harto de ver en algunos escritos “Fulanita de Tal, apoderado”. Señala la RAE que “la extensión de las formas femeninas a los nombres que designan profesiones o actividades desempeñadas por mujeres es, en buena medida, un hecho relativamente reciente”. (…) “Han desaparecido casi por completo los sustantivos femeninos que designaban antiguamente a la esposa del que ejercía ciertos cargos (la coronela, la gobernadora, la jueza), y se han impuesto los significados en los que estos nombres se refieren a la mujer que pasa a ejercerlos”. (…) “Muchos de ellos eran en inicio solo masculinos, pues designaban profesiones desempeñadas exclusivamente por hombres”. Por la misma razón, tal transformación ha ido también a la inversa. Hoy se dice modisto, azafato, amo de casa, etcétera, del modo más natural. Sin embargo, todavía no goza de general aceptación el término soldada, pese a existir mujeres en los ejércitos. En otros casos, en el de los músicos, al ejecutor de un instrumento se le designa por el que usa: trompeta, fagot… La excepción a todo ello es la de los nombres terminados en “er”, que siempre se designan en masculino, por ejemplo: la canciller, la sumiller, la brigadier, la crupier... Pero no quiero despedirme sin recordar que en los verbos defectivos (aquellos que no pueden conjugarse en todas sus formas, como abolir, transgredir, balbucir, etc.) siempre es preferible recurrir a verbos sinónimos. También he notado que algunos encuentran dificultades para separar ordinales con partitivos: Por ejemplo: decimoquinto es un ordinal; dieciseisavo es un  partitivo. Tampoco existen los supuestos ordinales decimoprimero (por undécimo) y decimosegundo por (duodécimo). En fin, es sábado y no deseo aguar la fiesta al lector con la naturaleza cambiante del idioma. Todo en esta vida está sujeto a continua mudanza. El idioma, también. Que tengan un buen fin de semana.

 

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