La insensatez de la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, puede llegar a límites estratosféricos. Si ya la construcción de la Nueva Romareda, bautizada con nombre de banco, me parece un perfecto desatino para un equipo colista de Segunda División, el tema de la noria se las trae. Leo en la prensa aragonesa que estará montada para la festividad de la Epifanía, o sea, la víspera de que los niños deban ir a los colegios. Eso me recuerda cuando a los chavales se les entregaba los juguetes de Reyes la víspera de tener que ir al colegio. ¿Cuándo los disfrutaban? En el caso de la noria, se dice que “no estará montada antes por problemas ajenos a los intereses del Consistorio”. Según la prensa local de fuentes municipales, “el retraso se debe a la falta de personal con experiencia en el montaje de este tipo de estructuras que se han puesto muy de moda en Navidad, pues son muchas las ciudades que han instalado la suya, lo que hace que los montadores tengan que repartirse entre distintos puntos de la geografía española”. Esa excusa no me sirve. También son muchos los puntos de las ciudades donde se colocan luces navideñas y esas sí llegan, a precios desmesurados, como es el caso de la andaluza empresa “Ximénez”, pero llegan, aunque con un adelanto exagerado. Porque, vamos a ver, en pleno enero, con un frío que pela y la noche oscura como la boca del lobo, ¿piensa la alcaldesa que van a ir los niños con sus padres a montarse en una noria situada en Ranillas? Los niños, por regla general, deben hacer los deberes y sus padres llegan a casa muy cansados por haber madrugado para ir a los tajos. La alcaldesa debería poner los pies en el suelo y ser consciente de que, como decía el torero Rafael Guerra, “Guerrita”: “Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”, aunque antes que ‘Guerrita’ la pronunció el político, diplomático y obispo cojo francés Charles Maurice de Talleyrand. La ciudad de Zaragoza no está para despilfarros ni ocurrencias peregrinas de esa señora. Si quiere hacer algo útil, que piense en los barrios.
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