lunes, 31 de agosto de 2009

EL REY Y CAYO LARA

El Rey y Cayo Lara. La cara y la cruz de la misma historia. El Rey, con barba de varias semanas, como los progres de los años ochenta; Cayo Lara, afeitado como el banquero de Betanzos. La Corona y la República frente a frente, estrechándose la mano, como si ambos fuesen negociantes y acabaran de cerrar el trato de la venta de un caballo. En el vestíbulo de La Zarzuela ambos han dejado sobre un trinchante de caoba la pesada corona de oro y pedrería y el gorro frigio rojo, como de tela de tapete de billar.
--Los dientes los tiene buenos, maestro, y el pelo brillante.
--Sí, el animal parece sano, pero no sabemos si lanzará coces a diestro y a siniestro.
--Sólo a diestro, Majestad, que lo tengo educado. Tiene pedigrí, como el caballo de Atila y unos cojones como los del caballo de Espartero.
--Hombre, siendo así...
El Rey y Cayo Lara se entienden a la perfección. Ni el Rey es su augusto abuelo ni Cayo Lara es don Manuel Azaña. En los asuntos de la España de ahora no caben ni la simpatía hacia la figura de Miguel Primo de Rivera, ni la paz, la piedad y el perdón, implorado aquel 18 de julio de 1938 en Barcelona, cuando todo estaba casi perdido. La oligarquía de partidos ya la tenemos ganada de antemano. Con el Marqués de Estella se hicieron carreteras, institutos y calles, para dar trabajo a los obreros en paro. También se acabó con la sangría, económica y de soldadesca, en el Protectorado de Marruecos. Lo de Rodríguez Zapatero va por eso derroteros, pero sin golpes de Estado, sin protectorados que defender y con un agujero en cada bolsillo. Para guerras, lo que se dice guerras, ya tenemos la muestra del islote de Perejil y su victoria pírrica. El Rey y Cayo Lara, parece que se entienden. Ambos constituyen la imagen de España proyectada en un espejo.

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