Parece ser que el daguerrotipo conservado más antiguo de
España está realizado en Madrid, en 1843, por el fotógrafo Juan Bruguera. Y la fotografía en papel más antigua corresponde a
1848 por el fotógrafo valenciano Pascual
Pérez Rodríguez. Por la primera de ellas, la de Madrid, se han pagado en
subasta 15.000 euros por el coleccionista valenciano Díaz Prosper. Personalmente conservo una foto de J.Laurent, donde puede verse Isabel II, sentada junto a su marido y
primo, el duque de Cádiz, y la infanta Teresa, a los que rodean el ayo del príncipe,
el infante don Sebastián, el conde de Malpica, la infanta María Luisa (hermana de Isabel), el
príncipe de Asturias, el futuro Alfonso
XII, que contaba una año aproximadamente y Antonio de Orleans; una
fotografía realizada sobre el otoño de 1859. En el reverso de la cartulina,
bajo el escudo de España, puede leerse un cuño a imprenta donde dice: “J. Laurent. Fotógrafo de S. M. la Reina y de SS. AA. RR. Los
S.S. Infantes de España. 39 Carrera de San Jerónimo (sic). Madrid”. De la misma
manera, conservo una serie de fotos correspondientes a una velada celebrada en
casa de Abel Aguilar, barón de
Chassériau (cónsul de Rusia y Francia en Tenerife) el 2 de marzo de 1878,
algunas de ellas dedicadas al anfitrión. Se da la circunstancia de que todos
los invitados a aquella fiesta fueron con vestidos típicos canarios de la
época. En todas las cartulinas puede leerse en un sello en seco “Belza. Plaza de la Libertad 25. Santa Cruz
de Tenerife”. Otras firmadas por “Pego.
Fotógrafo. Canarias” dentro de una corona de laurel. En suma, una colección
extensa de daguerrotipos y viejas fotos en papel la que me siento orgulloso de
poder conservar como oro en paño.
sábado, 30 de abril de 2016
viernes, 29 de abril de 2016
La derecha, como la banca de los casinos, siempre gana
Jorge Bustos, en El Mundo, bajo el epígrafe “Por qué un pobre vota al PP”, hace referencia al motivo por el que “el
contribuyente, pese a tanta podredumbre a la vista sigue prefiriendo la
corrupción al populismo”. (…) “Perplejidad que a su vez se resuelve con ese
gracejo divino que brinda la superioridad moral: eres más tonto que un obrero
de derechas. Y sin embargo no hay siete millones y medio de pijos en España”. (…) “Quizá –sigue diciendo Bustos-
votan al PP porque los pobres, como Laocoonte, han aprendido a
desconfiar de los regalos, y valoran el pájaro en mano de las pensiones
blindadas más que el ciento volando de esos 60.000 millones que aproximan la
sospecha de una intervención, y por tanto de un tajo drástico en la
mensualidad. Quizá
les asquea la corrupción, pero la ven flotando en otros en proporción directa a
su cuota de poder, y razonan que el pitufeo no es comparable al
modo caraqueñamente uniforme en que el populismo extiende la miseria”. Dicho
todo eso, ahora se entiende que Mariano
Rajoy se haya venido arriba, como los toreros de postín. Ahora se entiende,
digo, que, como señala Bustos, “no
castigan la corrupción política porque reconocen su simetría con la corrupción
ciudadana”. Cualquiera sabe lo que sucede en los talleres, cuando te pregunta
el mecánico si el importe del arreglo lo deseas con factura o sin ella, o el
fontanero que te cambia el bidé, o el chatarrero al que le llevas los grifos
viejos de latón… Si no fuese por el dinero oculto, no habría tantos
apartamentos playeros, ni tantas cenas en restaurante las noches de los fines
de semana, ni tantos vehículos de gran cilindrada rodando por nuestras
carreteras conducidos por microempresarios, muchos de ellos de escasa cultura, que
sólo disponen de dos trabajadores, a lo sumo tres, en nómina. Al “dinero en B”
siempre hay que darle salida por el procedimiento de urgencia, es decir, con el
apartamento de verano, el coche alemán, o las dos cosas. Si tenemos en cuenta
que en España hay dos millones y medio de microempresas, y otros dos millones
entre rentistas, clérigos y gente que vive del cuento, salen las cuentas. Rajoy
lo sabe y el sistema D’Hondt le
favorece.
jueves, 28 de abril de 2016
Como en los cuentos de Calleja
Sofía de Grecia
ha pasado por Toro (Zamora) para ver in situ Las Edades del Hombre. Llegó en helicóptero, visitó la Colegiata y la iglesia
del Santo Sepulcro y recibió los vítores de un baño de masas. Allí estaban
presentes para recibirla Vicente Herrera,
la presidenta de las Cortes Regionales, Silvia
Clemente, el presidente de la Conferencia Episcopal,
Ricardo Blázquez, el prelado de
Ávila, Jesús García Burillo, el
alcalde, Tomás de Bien, el
secretario de Organización del PP, Fernando
Martínez Maíllo, Jaime Mayor Oreja
y el obispo de Zamora, Gregorio Martínez,
entre otros. Como dicen en mi pueblo, “todo muy bueno y muy abundante”. Lo que
ya no comprendo es por qué La Opinión de Zamora se empeña en denominar soberana a Sofía de Grecia en su crónica y en varias
ocasiones. Sofía de Grecia no es soberana ni monarca sino consorte de un exjefe
del Estado. En España tenemos la deuda
soberana, o sea, deuda pública del Estado y el riesgo soberano, es decir, el riesgo de que este país no cumpla con
sus obligaciones, como de hecho está sucediendo con el Gobierno en funciones de
Rajoy. Con la que está cayendo, ¿era
necesario que Sofía de Grecia llegase a Toro en helicóptero? Me parece un
exceso. Si los exreyes se aburren, que se gasten su dinero, pero que no hagan
turismo con cargo a todos los españoles, a quienes ya nos clarea la raspa. En
mi opinión, en aquel acto toresano sobraban obispos ociosos, políticos de una
derecha inoperante y ciudadanos de a pie, muchos de ellos en paro, rindiendo un
raro vasallaje más propio de otros tiempos. Deberían hacérselo mirar.
miércoles, 27 de abril de 2016
Política y extravagancia
En su columna “Todo
por el ego”, el plumilla Burgos,
al referirse a las tres rondas de consultas de Felipe VI señala que “Éste –el rey- ha perdido soberanamente el
tiempo”. Hombre, Burgos, el rey no ha hecho cosa distinta de lo que está
previsto en la Constitución. Otra
cuestión es que los líderes políticos de todos los colores no se hayan puesto
de acuerdo para intentar aunar fuerzas e intentar formar Gobierno. De paso, el
columnista de ABC de Sevilla
aprovecha que el Duero pasa por Zamora para nombrar al golpista Tejero, por un lado, y a Juan de Borbón, por otro. En referencia
al primero de ellos escribe: “…el ego de muchos políticos, especialmente el de
los dirigentes de los partidos, no cabía en el histórico hemiciclo donde Tejero
y su tropa pegaron los disparos del 23-F. A los que habría que cantarles,
cambiado, el estribillo de la chirigota gaditana del Love en 1998: "No me pegues tiritos en el techo, / tíratelos
tú en el culo, /que tiene el boquete hecho". Respecto a Juan de Borbón,
Burgos entiende que “para proclamar el "por España, todo por España",
hay que tener patriotismo y grandeza de espíritu”, al referirse a aquel 14 de
mayo de 1977 cuando Juan de Borbón hizo renuncia de sus supuestos derechos
históricos a favor de su hijo Juan
Carlos. Pero, ¿qué derechos históricos podía trasmitir a un rey elegido en
su día a dedo por Franco el tercer
hijo de otro rey descoronado por abandono en 1931? ¿Qué respeto podíamos tener los
españoles a alguien que con el apoyo de su padre pretendió unirse a los
rebeldes en agosto de 1936? A los desmemoriados, también a los que todavía le
rinden vasallaje a ese Borbón después de muerto, habría que recordarles que
Juan de Borbón, el mismo que dio el taconazo frente a su hijo y le transmitió
no sé qué poderes aquella primavera del 77, pretendió contactar con el gobierno
de Burgos vestido con mono azul de Falange y boina roja de carlista, hasta ser
interceptado en el parador de Aranda de Duero por Fidel Dávila, que le instó a volver al exilio. Eso de “por España,
todo por España” queda bien para las biografías póstumas, pero nada más. Juan
de Borbón hizo por España lo mismo que yo por el Principado de Mónaco, o que
Antonio Burgos en la batalla de Cavite. Mezclar la política con la incongruencia
es como confundir el culo con las témporas.
martes, 26 de abril de 2016
Celeste Caeiro
El 25 de abril de 1974 tuvo lugar en Lisboa la llamada
“Revolución de los Claveles”, un
pronunciamiento incruento que terminó con la dictadura de Salazar. Aquel
Movimiento de Capitanes se habían conjurado en el Sporting de Lisboa unas semanas
antes con motivo de un partido internacional, que habían decidido dar un golpe
de mano tras escuchar “Grándola, vila
morena”, canción compuesta tiempo atrás por José Afonso. España por entonces seguía siendo “different”, pero sólo tres meses más tarde Franco enfermaba de tromboflebitis, el príncipe de España tomaba las riendas del Estado de forma
provisional y los políticos, con Arias
a la cabeza, veían masones por todas partes. Como decía Luis González Seara, fallecido hace pocos días: “¿Que descubre usted
en la sala de estar de su amigo unas columnitas como soporte de una lámpara?
¡Masón a la vista!”. En España empezaba a haber impaciencia y aparecía el
espectro de la política del miedo (Montesquieu
veía en el temor el principio del despotismo) el cierre de revistas y
periódicos y la batalla de las asociaciones. Hoy, 42 años más tarde, leo en la
prensa que “los capitanes de la
Revolución de los Claveles vuelven a la Asamblea de Portugal tras
cuatro años apartados”. Pero, y eso es lo peor, ya casi nadie recuerda a Celeste
Caeiro, costurera, camarera y estanquera, y que aquel 1974 cumplía un año
el restaurante donde ella trabajaba. Los dueños del local quisieron hacer una
fiesta para celebrarlo y no faltó la compra de flores. Pero el 25 de abril, al
llegar al trabajo para cuidar de la guardarropía, su jefe comentó a los
miembros de la plantilla que se había suspendido la fiesta porque estaba
produciéndose una revolución, pero que podían ir al almacén a recoger flores,
si lo deseaban, para que no se echasen a perder. Celeste salió a la calle con
unos claveles rojos y blancos con curiosidad, por ver qué sucedía. En la Plaza del Rossio los tanques
esperaban órdenes. Un saldado le pidió a Celeste un pitillo. Ella no pudo
dárselo porque no fumaba. Pero tomó uno de sus claveles rojos y se lo entregó
al soldado, que lo colocó en la bocacha apagallamas de su fusil de asalto. El
resto de soldados pidieron a Celeste claveles, ella los entregó todos, y los
soldados colocaron sus claveles en la boca del fusil imitando a lo que había
hecho el primero de ellos. Celeste, que apenas medía metro y medio de altura y
que, de vivir, pasa de los ochenta años era hija de española, la menor de tres
hermanos. Apenas conoció a su padre, que los abandonó. La historia se repitió
con el padre de su única hija, que se marchó sin dejar rastro y la convirtió en
una madre soltera.
lunes, 25 de abril de 2016
Sobre coches de alquiler, cargos honorarios y demás zarandajas
Leo que el Congreso de los Diputados estudia que los taxis
porten matrículas de color azul para evitar el intrusismo. No está mal la idea,
aunque reconozco que en ese asunto hay poco que estudiar. Se modifica la ley en
diez minutos y asunto resuelto. Mejor dicho, en dos minutos. Con los otros ocho
restantes todavía pueden los miembros de la Mesa (que disponen de coche oficial) tomar un
café en el bar de las Cortes y hasta
leer la cabecera de La Razón, el periódico
que dirige Marhuenda desde las
tertulias televisivas. No todos los ciudadanos tienen como él el don de la
ubicuidad. Si acaso el periodista Graciano
Palomo, que aparece en todas las salsas, se peina hacia atrás con una
lendrera y tiene aspecto de camarero de mesas del Ateneo de Madrid. De la misma
manera, los diputados, que andan mano sobre mano y que desde los últimos
comicios generales tienen menos trabajo que el Cabildo Metropolitano de
Zaragoza, que dicho sea de paso no dejó pintar una pechina en El Pilar a Antonio López porque –según consideraron-
la cara por el artista proyectada podría ser la de la Virgen
o la de otra mujer, como si esos canónigos conociesen el verdadero rostro de María, los diputados, digo, deberían
estudiar que los coches oficiales llevasen matrículas de color fucsia. Así comprobaría el ciudadano de a pie
cuántos coches del Parque Móvil circulan por Madrid y por el resto de las
Autonomías al servicio de la Mesa,
ministros, secretarios generales, subsecretarios, magistrados del Supremo, directores
generales, alcaldes, concejales y demás ralea. Recordemos que el Parque Móvil
del Estado se creó en 1935 y que, por poner un sólo ejemplo de despilfarro, el
Ayuntamiento de Torrelodones dispone a día de hoy de más de 30 coches oficiales
propios o alquilados. Está bien que los diputados estudien y propongan. Pero
que lo hagan con rapidez, ya que el próximo día 2 de mayo a muchos de ellos se
les acabará el chollo, se les secarán las membranas y los tegumentos y deberán
volver a la vida que tuvieron antes de figurar en las listas de los
organigramas partidistas. Y hasta puede que Mariano Rajoy deje de
ser presidente de un Gobierno que no aparece por la bancada azul del Congreso
porque el hecho peregrino, según entienden ellos, de estar en funciones. Pero
en funciones y todo, al ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, todavía le ha
quedado tiempo para nombrar al ubicuo Marhuenda comisario honorario, que no
sabemos muy bien para qué sirve. Recuerdo que a Camilo José Cela le nombraron cartero honorario. Tenía la ventaja
de no franquear la correspondencia. Y a Antonio
Mingote, guarda honorario del parque de El Retiro, lo que le permitía poder
vestirse con una casaca gris adornada con una banda roja, botones
dorados en los puños, pantalones asegurados con un dilatado cinturón de cuero
negro que se ajustaban con una hebilla grande también de color dorado
y sombrero de ala ancha. Pero lo de comisario no sé…, habrá que verlo.
sábado, 23 de abril de 2016
Elogio de la Pastelería Hernández
Hoy es el día, desde hace muchos, que he podido salir a la
calle sin paraguas. Primero en San Sebastián, donde estuve cuatro días; después
en Collado-Villalba, donde he estado
cerca de quince. Cuando me levantaba de la cama miraba por la ventana de mi
habitación abuhardillada por ver cómo estaba
la sierra de Guadarrama. La cruz
de Cuelgamuros se convirtió en mi barómetro: si no se veía, malo. El paraguas
ha sido, como decía, ese palio de pequeñas dimensiones que me cubría para ir a
comprar el pan al despacho de Hernández,
en la Calle Real.
Hernández sabe manejar el hojaldre con aseo, esa masa crujiente que trajeron
los árabes y que quedó plasmada en el Libro
de Arte de Cozina, editado en Salamanca en 1607, por el cocinero Domingo Hernández de Maceras. En él se
distingue entre las diversas masas de hojaldre rellenas, a las que llama
pastel, pastelillo o pastelón, según el tamaño. Se cuenta que en Francia, en
una famosa panadería, trabajaba un ayudante una masa que le encargó el jefe
panadero. A este ayudante se le olvidó poner la mantequilla en la masa, y
cuando se dio cuenta la masa ya estaba amasada sin la mantequilla, y temiendo
recibir una bronca de su jefe, extendió la masa, le puso en el centro la
mantequilla y le dio varias dobleces a la pasta. Al final llegó el jefe e hizo
sus panecillos como siempre. Al ver que la masa se elevaba de una manera
uniforme y hacía varias capas entre sí como un libro llamó a su ayudante. Al
explicar éste lo que había pasado, el jefe le felicitó por la nueva masa que
había creado. Hay que recordar que a principios del siglo XVII unos pocos, la
aristocracia y los clérigos, comían hasta el hartazón. Pero el resto de los
mortales pasaba hambre. Sobrevivían merced a las sobras de los conventos y de
la caridad. O sea, poco y a lo mucho una vez al día. Como consecuencia de ello
aparecieron los gallofos y los sopistas. La gallofa era la vida
holgazana de los que se daban a la
gallofa, o sea, los pedigüeños. Así hizo referencia a este tipo de individuos
Sebastián de Covarrubias en el Tesoro de la lengua castellana o española,
(imp. Luis Sánchez, 1611, 78 páginas):
El pobretón que, sin tener enfermedad, se anda holgaçán y ocioso,
acudiendo a las horas de comer a las porterías de los conventos [...]. Y porque
la mayor parte son franceses, que pasan a Santiago de Galizia, y por otro
nombre se llaman gallos, los dixeron gallofos, y gallofa el pedaço de pan que
les dan. También les llaman galloferas: y todo tiene una significación.
Gallofear, andarse a la gallofa. Y púdose decir gallofa, quasi galli
ofa, mendrugo de pobre francés y de aquí se derivan gallofo y gallofear.
En fin, he comenzado escribiendo sobre del tiempo para
terminar haciendo referencia a los hojaldres, a la Pastelería Hernández
de Collado-Villalba y a los pobretones que acudían a comer a las porterías de
los conventos. Y por aquello de las asociaciones de ideas, me entero de que
“una mala mañana, el pastelero Pedro
Martín, en compañía de su colega de Béjar el señor Cela, se llegó a dejar unos postres en el vecino pueblo de
Serranillos –en las primeras trochas de Gredos y las últimas de de la sierra de
Mijares- con tan mala fortuna que se le fue un pie entre dos peñas y allá rodó,
envuelto en su manta y rebozado en su merengue y en su crema, hasta que San Cristóbal, patrono de los
caminantes, y el señor Cela, dulcero bejarano, pudieron liberarlo de tan duro
trance. A poco más, se mata”. ¿Qué dónde he leído eso? En Judíos, moros y cristianos. No lo cuento yo, sino don Camilo José Cela, cuyo centenario
de nacimiento se cumple el próximo 11 de mayo, y al que siempre tengo presente.
El deán devora a un artista
Esta mañana, como hacía un día soleado, he ido a dar un
paseo por el Casco Viejo de Zaragoza. La misión de todo peatón consiste en
observar con detenimiento todo lo que encuentra a su paso, ya sea un escaparate
de ropa outlet, una iglesia o el
grupo de turistas que siguen al guía contratado como las pécoras al pastor. Y
por fortuna he podido ver por dentro una vez más la catedral de La Seo, y perdonen la
redundancia. Hay determinados días, cinco o seis al año, que puede verse el
interior de esa obra majestuosa de forma gratuita. Por la calle había ruido y
personas con ganas de celebrar el Día de Aragón: san Jorge. Pues bien, enseguida he recordado a André Maurois, cuando afirma en su Historia de Francia qué “siendo la religión en la
Edad Media el centro de pensamientos e
ideas, las artes por excelencia serán la arquitectura religiosa y la escultura
como su auxiliar”, esas “oraciones petrificadas” obra de la ciudad entera. Es,
para Maurois, “el libro de un pueblo que
no tiene libros” donde “en los muros, sobre los pórticos le lee la verdad
revelada, mientras en los capiteles de las columnas, se expresa la moral
cotidiana o los suplicios de los pecadores. El arte no era sensual sino
didáctico”. Lo que acontece ahora, en el siglo XXI, lo entiendo menos. Hace ya
unos cuantos años, creo que en 1992, Antonio
López recibió “un encargo” del canónigo Eduardo Torra, donde éste mostraba el interés del Cabildo
Metropolitano de que pintase una cúpula
en la basílica de El Pilar. López declinó la oferta. Pero después de habérselo
pensado, allá por 2007, López creyó
tener el argumento de su trabajo. Y dos años más tarde, concretamente el 20 de
enero de 2009, presentaba al entonces arzobispo Manuel Ureña su proyecto, auspiciado por la Fundación Arte y Gastronomía. Un trabajo que podría
costar sobre dos años de esfuerzo y dos millones de euros. Entonces se señaló
que dicha obra, Regina Aragonensium, estaría formada por un
grupo de esculturas de bronce a ras de suelo, no situadas en la vertical de la
cúpula sino en una línea inclinada junto a las paredes, para evitar interrumpir
el paso de los fieles, y en la cúpula el rostro de la Virgen.
El espacio elegido no era una cúpula, como sucede con Goya sino un luneto entre cúpulas casi
encima de la capilla de san Braulio,
junto al coro mayor. Se dijo entonces (¡en plena crisis económica!) que todo
ello podría ser costeado por suscripción popular. Finalmente, el pasado 11 de
enero se exponía a puerta cerrada el proyecto del pintor, donde estaban
presentes, además del artista, los miembros del Cabildo, el deán y una comisión
de expertos. No encontraron “viabilidad” el proyecto. No hay manto ni Niño ni corona... Sólo ese grupúsculo de expertos a
la violeta, según se desprende de los hechos, conoce el verdadero rostro de María. En vista de ello, lo mejor sería
hacerle el encargo a Cecilia Jiménez,
la restauradora del eccehomo de
Borja. No sé si lo hace bien o mal, pero me costa que con el “tirón turístico”
se llevará el 49% de los beneficios del merchandising
de un recién inaugurado Centro de Interpretación, donde afuera suena “With
a Little bit of help of my friends”, de Joe Cockers y donde se espera vender como churros tazas y camisetas
de la imagen “restaurada”. Un deán le cerró las puertas del Pilar a Goya para
seguir pintando cúpulas. Otro deán, ahora, le niega a Antonio López su
proyecto, que se me antojaba hermoso. El deán devora a un artista de la misma
manera que Saturno devora a su hijo,
como dejó plasmado el pintor de Fuendetodos. Pues nada, que sigan con el tararí
ratonero de “Bendita y alabada sea la
hora...” y esperemos a que dentro de un siglo haya mejor suerte.
sábado, 9 de abril de 2016
El Pollo Posturas
En su artículo de hoy en ABC
de Sevilla, “Días de postureo”, Antonio Burgos señala:
“El postureo es la ficción de una
posición social y económica que no se tiene, pero dándole todos los visos de
verosimilitud. Es un trampantojo de la riqueza, de la elegancia, del poder, de
la virtud. Una estafa. Pero con arte. Por eso los de Feria son los días del
clásico postureo sevillano”. (…) “Postureo de quien
pone caseta sin tener un duro; postureo de quien engancha sin tener cortijo;
postureo de quien va a una primera fila de barrera de los capotes...que le
acaban de regalar porque el titular tenía ganas de seguir en la caseta y no
sabía a quién largársela. Media Sevilla ejerce en Feria el postureo de
disfrazarse de una especie en trance de extinción: el señorito”. (…) “El
Pollo Posturas fue banderillero de Joselito. No tenía nada de postureo: todo
era arte de verdad. Y no como ahora, que hemos de padecer a todos estos pollos
del postureo y de la chaqueta de Scalpers dos tallas más chicas, con el botón
tan apretado que parece que les va a saltar y van a dejar tuerto a alguien...”.
El Pollo Posturas
también aparece en la novela “La reina del duende”, de María Estévez y Héctor Dona (Roca Editorial de Libros,
Barcelona, 1ª edic., junio de 2012). Pero, ¿quién fue el Pollo Posturas? En el
capítulo II de ese libro se cuenta que “corre el mes de abril y Valencia está
calurosa. Pastora y Vito
nunca han visto el mar y les parece una buena idea acercarse hasta la
playa…, etc.”. (…) “Dan las tres en el reloj cuando deciden regresar a la pensión muertos de hambre…”.
(…) “El destino le pone de bruces con Rafael
el Gallo…”. Se saluda y hablan. “La
conversación no da para más. Vito tira de la manga de Pastora deseando ir a
comer y Rafael va camino de su hotel con su mozo de espadas, amigo y primo
hermano, el Pollo Posturas, hermano del cantaor flamenco Ignacio Ezpeleta…”. Como puede comprobarse, para Burgos el Pollo
Posturas fue banderillero de Joselito,
mientras que en la novela de Estévez, es mozo de espadas de Rafael el Gallo.
¿Cómo salir de dudas? Rafael el Gallo, como todos los aficionados saben, fue el
hermano mayor de Joselito, ambos de etnia gitana por parte de madre. No queda
otra que consultar archivos. Joselito, cuñado de Sánchez Mejías, murió en Talavera de la Reina de una cornada que le
produjo en el vientre “Bailaor”, pequeño y burriciego, de la ganadería de la viuda de Ortega, el 16 de mayo de 1920. Y doy con La fiera literaria (Boletín del Centro
de Documentación de la
Novela Española) donde Manuel
Asensio Moreno añade algo de luz, pero de luz de luna. No aclara mucho:
“En el barrio de Triana, en la Sevilla de los años 30, vivía un gitano, miembro
de una familia muy conocida, de la que habían salido dos buenos cantaores y un
buen torero, Manuel Rodríguez Cagancho, el cual mosito calé,
desde que accedió a la edad juvenil, pareció no tener atención para otras cosas
que su atuendo y sus poses. Su madre, Concha la Canastos, que lo adoraba,
lo animaba cuando salía de casa y se despedía con un beso en su noble frente:
“Hijo, pareces un figurín”. La gente de Triana no pensaba lo mismo. Muchos
estimaban que el mosito se excedía en el rebuscamiento de las posturas
estilo páginas de moda del “Blanco y Negro”, que adoptaba ante el
mostrador de una taberna, en el estanco o ante la reja de su novia Rosarito.
Empezaron a llamarle “El Pollo Posturas” y a hacerlo protagonista de chistes y
de anécdotas apócrifas. Faé, que así llamaban en familia a Rafael Vargas
Heredia, Flor de la Rasa
Calé y alias El Pollo Posturas, le dio a Concha
La Canastos, su madre, el disgusto de morirse, antes de cantar los
cuarenta, del moquillo”.
Finalmente, tratando de buscar información, en un ejemplar
de Diario de Sevilla (27/09/2012), en
su artículo “Joselito el Gallo, el rey de los toreros”, me entero por Luis Nieto que aquel malhadado día en
Talavera de la Reina,
Paco Botas había reemplazado a Caracol como mozo de estoques.
Finalmente, por Antonio Román Romero,
sé que Caracol “el del bulto” (Manuel
Ortega Fernández) era un sevillano de la Alameda, cantador de flamenco sin llegar al nivel
de su hijo. Durante su existencia fue mozo de espadas de sus primos Rafael el
Gallo y Joselito el Gallo. Fue el tipo que en la Estación de Atocha le
echó la bronca a una locomotora que soltaba vapor: “Esos cojones en
Despeñaperros”.De Caracol “el del bulto” se contaba que cuando su hijo
triunfaba en los tablaos flamencos, éste le acompañaba y le hacía las veces de
persona de confianza. Una de sus tareas consistía en liarle al hijo los
cigarrillos y tenérselos preparados en el camerino donde luego recibía las
visitas, las agasajaba y presumía del buen tabaco que gastaba. Un día al padre
se le olvidó liarle los pitillos.. Ante la airada reacción de su hijo, le
contestó: “Mira Manolito, hijo, no te pongas así, porque en un momento dao yo digo que este tabaco es de
contrabando y te detienen”.
viernes, 8 de abril de 2016
Superioridad vital del vencedor
Entre la larga lista de libros prohibidos por el Vaticano
una vez desaparecido el Índice se
encontraban, por ejemplo, El Lazarillo de
Tormes; el Prólogo de Emilio Castelar a la Historia General de la Masonería, de G. Danton; la Crítica de la razón pura, de Kant; y, asombrosamente, el Gran Diccionario Universal, de Larousse. La lista sería agotadora por
interminable. Era, según parece, un inventario de libros perniciosos para la fe
y las costumbres. Me asombra que no se diga nada en ese amplio rol sobre las
novelas Marcial Lafuente Estefanía,
donde hubo incontables tiros y muertos. Perdonen la broma. El conocido Index librorum fue publicado por primera vez, a petición el
Concilio de Trento, por Pío IV en 1564.
La última edición data de 1948, aunque no fue hasta 1966 cuando Paulo VI lo suprimió definitivamente y
dejó de ser anatema la lectura de esas obras. Pero pese a la desaparición del Index, el Vaticano hizo públicas nuevas
regulaciones referidos a libros, escritos y medios de difusión que incluyó en
dos artículos (831 y 832) del Código de
Derecho Canónico. El artículo 831, en su apartado primero señala que “sin causa justa y razonable, no escriban
nada los fieles en periódicos, folletos o revistas que de modo manifiesto
suelen atacar a la religión católica, o a las buenas costumbres; los clérigos y
los miembros de institutos religiosos sólo pueden hacerlo con licencia del
Ordinario del lugar”. Y en su apartado segundo se señala que “compete a la Conferencia Episcopal
dar normas acerca de los requisitos necesarios para que clérigos o miembros de
institutos religiosos tomen parte en emisiones de radio o de televisión en las
que se trate de cuestiones referentes a la doctrina católica o a las
costumbres”. En el artículo 832, “los
miembros de institutos religiosos necesitan también licencia de su Superior
mayor, conforme a las normas de las constituciones, para publicar escritos que
se refieren a cuestiones de religión o de costumbres”. A mi entender,
parece inteligente que la Iglesia Católica
pretenda “controlar” las lecturas de su feligresía en materia de fe. Lo que no
comprendo es que, además, intente por todos los medios a su alcance controlar
las costumbres que, como las tradiciones, son tendencias adquiridas a base de
tiempo y que asume toda la comunidad. De hecho, la costumbre es la raíz que
informa al Derecho consuetudinario. La fe, sin embargo, es una virtud
teologal, el conjunto de creencias de
una religión. Pero también existe la fe publica, la fe de vida, la fe púnica,
la mala fe, dar fe, a buena fe, de mala fe, prestar fe, auto de fe, y la fe de
erratas (del latín errata, cosa
errada) que es, a mi entender, el acto de contrición del editor ante el agudo
lector que en nada está dispuesto a dejar pasa por alto un evidente gazapo. La “fe
de erratas”, en rigor siempre necesaria, no debe confundirse con la “fe de
errores”. No quieren decir lo mismo. La fe de erratas, o de referencias
cruzadas, es la lista de deslices generalmente de poca trascendencia observados
en una publicación y suele insertarse al final del texto. Fe de errores, en
cambio, es del mismo paño que información errónea, que aparece en la prensa
escrita con más frecuencia de la deseada. Irrita al lector de diarios y suele
aclararse mediante la oportuna nota de rectificación en la sección “cartas al
dirctor”. En el caso concreto de la Iglesia Católica, con su famoso
Índice, procuró “capar”
intelectualmente a sus fieles creyentes, al tiempo que también intentaba
controlarlos mediante el Sexto
Mandamiento y los regímenes de la castidad, como quedó claro durante nacional-catolicismo, donde se enseñaba
a los españoles que existían tres formas de virtud de la castidad: la de los
esposos, la de las viudas y la de la virginidad. Ya lo decía Ortega respecto a la normalidad
histórica: “El prestigio ganado en un combate evita otros muchos, y no tanto
por el miedo a la física opresión, como por el respeto a la superioridad vital
del vencedor”, o sea.
jueves, 7 de abril de 2016
Una comisaría no es una tienda
Leo en la prensa local que “la Policía Nacional cerrará por
las noches y festivos las zaragozanas comisarías de San José, Arrabal y Centro,
dejando operativas sólo las de Áctur y Delicias. Tal medida me parece fuera de
lugar y no me sirve que se diga que con tales medidas “se busca mejorar la
operatividad”, al ser “parte de una reestructuración organizativa”. Imaginen
ustedes que hicieran lo mismo los hospitales públicos, donde no cabe duda de
que el consejero Sebastián Celaya Pérez
también dará por hecho de que la responsabilidad de su empleo busca mejorar la
operatividad del Servicio Aragonés de Salud, ese organismo transferido en su día a la Comunidad Autónoma
de Aragón. Pero la realidad es que por aquello
de la “reestructuración organizativa” también en Sanidad hay
deficiencias profundas, como demuestra
el hecho de que, por ejemplo, el Hospital de Barbastro tenga un déficit
de doce especialistas (cuatro traumatólogos, cuatro radiólogos, tres
ginecólogos y un cardiólogo). Pero el tema sanitario en Aragón es
responsabilidad del socialista Javier Lambán y el tema de la Policía Nacional es
responsabilidad del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, que parece preocuparse más de imponer
medallas a la Virgen que de tener
operativas las comisarías durante las 24 horas del día; y ello produce la
consecuente inseguridad en el ciudadano, que paga abultados impuestos. Cerrar
comisarías por la noche y en festivos es propio de un Estado fallido, donde te
matan por la calle a pleno día y no pasa nada. Y mi primera “colleja” simbólica
vaya para el delegado del Gobierno en Aragón, Gustavo Alcalde, al que respeto y aprecio. Debe comprender don
Gustavo que no es admisible de ninguna de las maneras que un ciudadano se acerque
por la noche o en fin de semana a una comisaría para presentar una denuncia y
se encuentre que está cerrada al público, como si se tratase de una ferretería,
una tienda de ultramarinos, o un estanco. Eso no es concebible en un Estado de
derecho. Al menos, a mí así me lo parece.
martes, 5 de abril de 2016
Verdugos

lunes, 4 de abril de 2016
Matizando, que es gerundio

domingo, 3 de abril de 2016
El florido pensil de Burgos
Me desayuno con un “recuadro”
del diario ABC de Sevilla, donde Antonio Burgos, bajo el título “Cristianofobia”, viene a decir que “aconfesional
es el Estado, pero España es mayoritariamente católica”. Escrito así, tal y como
lo escribe Burgos, da la sensación de que el Estado es una cosa y que los
españoles somos otra cosa bien distinta. Por lo que se desprende de su trabajo
periodístico, para Burgos el Estado está compuesto por marcianos (no confundir
con murcianos, que son los habitantes de Murcia y, también, los chorizos que
murcian), que nada tienen que ver con los habitantes de Becerreá o de
Puertollano. Tampoco con los chorizos asados en aguardiente de Ádega, claro.
Léase “Mazurca para dos muertos”,
allí donde dice:
“Ádega hace los chorizos con mucha regla y fundamento, lo primero es
que el cerdo sea del país y criado al uso del país, con millo y un cocimiento
muy espeso de coellas, patatas, harina de millo, pan reseso, habas y todo lo
que pueda cocer y sea de sentido; también conviene que el cerdo tome el aire y
haga gimnasia por el monte y hoce la tierra en busca de miñocas y otros
animalitos. Se le debe sacrificar con herramienta de hierro dulce, no de acero,
y según la costumbre conocida, es decir, con mala leche, con venenoso regosto y
a traición, nadie tiene la culpa”.
Pues bien, como digo, Antonio Burgos, sobre el que presumo
que no lee a Cela ni ha comido en su
vida chorizos de Ádega, se acomoda en
el almohadón del artículo 16 de la Constitución
Española; y que, según él, “los laicistas se saltan a la
torera”. El artículo 16, que yo sepa, garantiza la libertad ideológica,
religiosa y de culto; señala que nadie podrá ser obligado a declarar sobre su
ideología, religión o creencias; y que ninguna confesión tendrá carácter
estatal. Pues bien, ¿qué es lo que los laicistas se saltan a la torera? Burgos
señala que si por ellos fuera, refiriéndose a los irreligiosos, “volvían a
expulsar a los jesuitas. Es lo que parece que les pide el cuerpo, poner a la
entrada del pueblo: "¿Iglesias? Ni Pablo;
gracias”. Burgos, por lo que se desprende de su artículo periodístico, tiene insuficiente memoria o sabe poco de
historia. Bien es sabido por todos que los jesuitas fueron dos veces expulsados
de España: la primera vez en 1767 por orden de Carlos III, tras ser acusados por Pedro Rodríguez de Campomanes de instigar el motín de Esquilache. Un año antes, en 1766,
el conde de Aranda le había
encargado a Compomanes (entonces ministro de Hacienda) un informe para depurar
las responsabilidades derivadas de aquel motín, que recayeron en los jesuitas.
Ese fue el motivo de su expulsión. La segunda expulsión fue en 1835,
coincidiendo con la
Desamortización. Además
de ello, la Compañía de Jesús quedo en situación de
ilegalidad en 1932, por la aplicación del artículo 26 de la Constitución
Española de 1931. Se lo diré en verso: "Burgos pretende llevar el ascua
constitucional a la sardina de su rancio fervorín./ Todo vale en la Pascua Florida de su florido
pensil", y que me perdone Andrés Sopeña
Monsalve.
sábado, 2 de abril de 2016
Sopa de desatinos
En estos tiempos de mortificación, con un Ejecutivo en
funciones que se está eternizando, un don
Tancredo enrocado y unos pactos de formación de Gobierno que no
llegan, porque Ciudadanos no quiere nada
con Podemos y Sánchez no desea ni oír
hablar de Rajoy, lo mejor será que saquemos la bandera blanca. Lo mejor será, digo yo, que volvamos a las urnas, aunque
resulte lo más caro para el maltrecho Fisco. Para facilitar un posible pacto de
Podemos con el PSOE, Iglesias dice
que renuncia a la
Vicepresidencia. ¿Qué renuncia a la Vicepresidencia? A
la vicepresidencia de qué. Primero dijo que no pactaría con el PSOE si los
socialistas no se avenían a que Cataluña pudiese hacer un referendo para
dilucidar qué quieren los catalanes: si seguir siendo españoles, o pertenecer a
una república fuera del ámbito de la UE.
Aquello se rebajó de tono. Después dijo que él, Iglesias, se
uniría a un pacto con el PSOE siempre que fuese vicepresidente del Gobierno,
controlase determinados ministerios, la televisión estatal, el CNI y, ya
puestos a pedir, ser nombrado deán del Cabildo Metropolitano de Constantinopla
y de los Grandes Expresos Europeos. Pero, después de mirar con la mancha
amarilla del ojo el panel de las encuestas, ya ha rebajado sus pretensiones.
Ahora dice que para facilitar el pacto con el PSOE “renuncia a ser vicepresidente del Gobierno”.
Nadie le entiende, salvo que se refiera a renunciar al Gobierno de la República de su Casa,
como en el anuncio de IKEA. Ya puestos, yo también renuncio a ser alcalde de
Morón de Almazán, obispo de Seo de Urgel y copríncipe de Andorra, aunque no lo
haya sido nunca. Lo cierto es que el
Banco de España, que no vio el escándalo las cajas de ahorro, ahora avisa del
riesgo de vacío político; Barcelona retira la Medalla de Oro a la infanta Cristina; Obama indica a García Margallo
que vendrá a España, si es que decide venir, cuando haya Gobierno; los datos
macroeconómicos señalan que será necesario rebajar el PIB del 5’16 % al 2’8 %,
es decir, subir impuestos y recortar más
aún en Sanidad y Educación, sin contar la multa que, posiblemente, deberá pagar
a Bruselas…; uf, las arcas del país de Libertonia están a punto de agotarse,
como en “Sopa de ganso”. No queda
otra que pedir ayuda a la rica señora
Teasdale, aunque sea a condición de que el Gobierno nombre como presidente a Rufus T. Firefly, o sea, a Groucho Marx. Estamos copados.
viernes, 1 de abril de 2016
Adefesios a tutiplén
Personalmente me uno a las críticas que ha recibido la
“restauración” del Castillo de Matrera de Villamartín en el cerro Pajarete, en
Cádiz, que data del siglo IX y que fue calificado en su día como Bien de
Interés Cultural. Una cosa es consolidar los muros, que le hacía falta, y otra
muy distinta pegar unos bloques de piedra a un cubo blanco que destroza el
paisaje. Además de ello, ha desaparecido parte de la muralla exterior. Lo que
queda en pie son los restos de la torre
del homenaje del castillo ya inexistente. Según
leo en El País, Carlos Morenés, vicepresidente de la
asociación Hispania Nostra ha
comparado tal “fechoría” con la ejecutada por Cecilia Jiménez en el Ecce
Homo de Borja. Y ha añadido que "es una vergüenza para España, un
desprestigio. La prensa internacional la ha calificado como la peor
restauración del mundo. Se ha llevado al extremo la legislación sobre
restauración que obliga a distinguir las partes nuevas de las originales y se
ha dañado el entorno con una cosa blanca, enorme. La actuación va en contra de
toda norma, incluso, de la ley de patrimonio andaluz". Lo peor de todo es
que la actuación ha contado con el visto bueno de la Consejería de Cultura,
que concedió al arquitecto Carlos
Quevedo el plácet para la realización de ese proyecto. Dentro de lo malo,
el castillo ahora convertido en adefesio, está en una finca privada y ha sido
su dueño el que ha costeado la obra. Que con su pan se lo coma.
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