Ayer leía en El
Periódico de Aragón y en www.calatayud.org/ que “el Obispado de Tarazona ha comunicado por carta al
Ayuntamiento de Terrer [provincia de Zaragoza] que no se opone a la retirada de
una lápida de la época franquista que aún campea en la fachada de la iglesia
parroquial de esa localidad”. Con anterioridad, el citado Ayuntamiento, que
preside el alcalde del PP Tomás Escolano,
se había dirigido al Obispado para “lavarse las manos”, tras una moción
fracasada de los ediles socialistas durante un pleno municipal para que se
respetase la Ley 52/2007
de 26 de diciembre. Precisamente ayer, el grupo parlamentario del PSOE en
el Senado acusaba al Gobierno en funciones de “enterrar” la Ley mencionada por razones
ideológicas. De hecho, el portavoz socialista en la Comisión Constitucional,
Francesc Antich, presentó dos
mociones en el Registro del Senado para que se recupere esa Ley con dotación
presupuestaria suficiente, y para la reconversión del Valle de los Caídos, que
está “sangrando” a Patrimonio. En opinión de Antich, “el PP ha tratado de
disfrazar con la crisis una decisión absolutamente ideológica, que no es otra
que seguir manteniendo la división entre vencedores y vencidos, desoyendo sus
posiciones más moderadas y haciendo caso a las más radicales". La cosa es
evidente: los actuales miembros del PP, que mantienen “apuntalado” un agónico
Gobierno en funciones y que contemplan en silencio el vergonzoso “enroque” de un Rajoy valeinclanesco son, en gran
medida, los nietos de aquellos otros tipos que aplaudieron con las orejas el
golpe de Estado de Mola y Franco;
y los hijos, también en gran medida, de aquellos que se aprovecharon de las
prebendas de despachos oficiales como “trofeo de guerra” contra el arrasado
Estado de derecho, es decir, contra la II
República. Los obispos, que con el cardenal Isidro Gomá al frente, ensalzaron el
triunfo del nuevo dictador en la madrileña iglesia de Santa Bárbara y, que posteriormente
sacaron de de aquella iglesia al sátrapa bajo palio, (hasta entonces sólo
reservado al Santísimo Sacramento y
a los reyes) permitieron que en las fachadas de todas las iglesias de España se
colocaran lápidas en recuerdo de los caídos
de cada pueblo por el lado rebelde, debajo del nombre de José Antonio Primo de Rivera, el Ausente, que disponía de letras de mayor tamaño. Por cierto, aquel 20 de mayo de 1939 se habían trasladado
a la iglesia de Santa Bárbara nada menos que objetos que recordaban la gesta de
la Reconquista
contra los musulmanes: el Arca Santa de Oviedo con las reliquias de Pelayo, las cadenas de las Navas de
Tolosa, y la linterna del barco de Juan de Austria en la batalla de
Lepanto. “El momento culminante de la celebración religiosa –según dejó escrito
Javier Tusell- fue el acto de Franco
de depositar la espada victoriosa ante el Cristo
de Lepanto, traído de Barcelona para la ocasión” (…) “El Jefe del Estado ‘imploró asistencia para
conducir a este pueblo a la plena libertad’. Aquella tarde, curiosamente,
presidió una reunión del Consejo de Administración del Banco de España, ocasión
que aprovechó para atacar el espíritu de la Enciclopedia”.
Choco aquello entonces, como choca ahora que el Obispado de Tarazona señale por
carta a la Alcaldía
de Terrer que “en sus archivos no hay constancia alguna de que la parroquia o
la diócesis intervinieran directamente en la colocación ni instaron a que se
hiciera”. En resumidas cuentas, la obligación del alcalde Escolano es que en el
municipio que el administra se cumpla la
Ley de la Memoria Histórica,
que está en vigor aunque le pese. Basta ya de marear la perdiz con dificultades
inexistentes.
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