En estos tiempos de mortificación, con un Ejecutivo en
funciones que se está eternizando, un don
Tancredo enrocado y unos pactos de formación de Gobierno que no
llegan, porque Ciudadanos no quiere nada
con Podemos y Sánchez no desea ni oír
hablar de Rajoy, lo mejor será que saquemos la bandera blanca. Lo mejor será, digo yo, que volvamos a las urnas, aunque
resulte lo más caro para el maltrecho Fisco. Para facilitar un posible pacto de
Podemos con el PSOE, Iglesias dice
que renuncia a la
Vicepresidencia. ¿Qué renuncia a la Vicepresidencia? A
la vicepresidencia de qué. Primero dijo que no pactaría con el PSOE si los
socialistas no se avenían a que Cataluña pudiese hacer un referendo para
dilucidar qué quieren los catalanes: si seguir siendo españoles, o pertenecer a
una república fuera del ámbito de la UE.
Aquello se rebajó de tono. Después dijo que él, Iglesias, se
uniría a un pacto con el PSOE siempre que fuese vicepresidente del Gobierno,
controlase determinados ministerios, la televisión estatal, el CNI y, ya
puestos a pedir, ser nombrado deán del Cabildo Metropolitano de Constantinopla
y de los Grandes Expresos Europeos. Pero, después de mirar con la mancha
amarilla del ojo el panel de las encuestas, ya ha rebajado sus pretensiones.
Ahora dice que para facilitar el pacto con el PSOE “renuncia a ser vicepresidente del Gobierno”.
Nadie le entiende, salvo que se refiera a renunciar al Gobierno de la República de su Casa,
como en el anuncio de IKEA. Ya puestos, yo también renuncio a ser alcalde de
Morón de Almazán, obispo de Seo de Urgel y copríncipe de Andorra, aunque no lo
haya sido nunca. Lo cierto es que el
Banco de España, que no vio el escándalo las cajas de ahorro, ahora avisa del
riesgo de vacío político; Barcelona retira la Medalla de Oro a la infanta Cristina; Obama indica a García Margallo
que vendrá a España, si es que decide venir, cuando haya Gobierno; los datos
macroeconómicos señalan que será necesario rebajar el PIB del 5’16 % al 2’8 %,
es decir, subir impuestos y recortar más
aún en Sanidad y Educación, sin contar la multa que, posiblemente, deberá pagar
a Bruselas…; uf, las arcas del país de Libertonia están a punto de agotarse,
como en “Sopa de ganso”. No queda
otra que pedir ayuda a la rica señora
Teasdale, aunque sea a condición de que el Gobierno nombre como presidente a Rufus T. Firefly, o sea, a Groucho Marx. Estamos copados.
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