Leo que el Congreso de los Diputados estudia que los taxis
porten matrículas de color azul para evitar el intrusismo. No está mal la idea,
aunque reconozco que en ese asunto hay poco que estudiar. Se modifica la ley en
diez minutos y asunto resuelto. Mejor dicho, en dos minutos. Con los otros ocho
restantes todavía pueden los miembros de la Mesa (que disponen de coche oficial) tomar un
café en el bar de las Cortes y hasta
leer la cabecera de La Razón, el periódico
que dirige Marhuenda desde las
tertulias televisivas. No todos los ciudadanos tienen como él el don de la
ubicuidad. Si acaso el periodista Graciano
Palomo, que aparece en todas las salsas, se peina hacia atrás con una
lendrera y tiene aspecto de camarero de mesas del Ateneo de Madrid. De la misma
manera, los diputados, que andan mano sobre mano y que desde los últimos
comicios generales tienen menos trabajo que el Cabildo Metropolitano de
Zaragoza, que dicho sea de paso no dejó pintar una pechina en El Pilar a Antonio López porque –según consideraron-
la cara por el artista proyectada podría ser la de la Virgen
o la de otra mujer, como si esos canónigos conociesen el verdadero rostro de María, los diputados, digo, deberían
estudiar que los coches oficiales llevasen matrículas de color fucsia. Así comprobaría el ciudadano de a pie
cuántos coches del Parque Móvil circulan por Madrid y por el resto de las
Autonomías al servicio de la Mesa,
ministros, secretarios generales, subsecretarios, magistrados del Supremo, directores
generales, alcaldes, concejales y demás ralea. Recordemos que el Parque Móvil
del Estado se creó en 1935 y que, por poner un sólo ejemplo de despilfarro, el
Ayuntamiento de Torrelodones dispone a día de hoy de más de 30 coches oficiales
propios o alquilados. Está bien que los diputados estudien y propongan. Pero
que lo hagan con rapidez, ya que el próximo día 2 de mayo a muchos de ellos se
les acabará el chollo, se les secarán las membranas y los tegumentos y deberán
volver a la vida que tuvieron antes de figurar en las listas de los
organigramas partidistas. Y hasta puede que Mariano Rajoy deje de
ser presidente de un Gobierno que no aparece por la bancada azul del Congreso
porque el hecho peregrino, según entienden ellos, de estar en funciones. Pero
en funciones y todo, al ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, todavía le ha
quedado tiempo para nombrar al ubicuo Marhuenda comisario honorario, que no
sabemos muy bien para qué sirve. Recuerdo que a Camilo José Cela le nombraron cartero honorario. Tenía la ventaja
de no franquear la correspondencia. Y a Antonio
Mingote, guarda honorario del parque de El Retiro, lo que le permitía poder
vestirse con una casaca gris adornada con una banda roja, botones
dorados en los puños, pantalones asegurados con un dilatado cinturón de cuero
negro que se ajustaban con una hebilla grande también de color dorado
y sombrero de ala ancha. Pero lo de comisario no sé…, habrá que verlo.
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