Leo en la prensa local que “la Policía Nacional cerrará por
las noches y festivos las zaragozanas comisarías de San José, Arrabal y Centro,
dejando operativas sólo las de Áctur y Delicias. Tal medida me parece fuera de
lugar y no me sirve que se diga que con tales medidas “se busca mejorar la
operatividad”, al ser “parte de una reestructuración organizativa”. Imaginen
ustedes que hicieran lo mismo los hospitales públicos, donde no cabe duda de
que el consejero Sebastián Celaya Pérez
también dará por hecho de que la responsabilidad de su empleo busca mejorar la
operatividad del Servicio Aragonés de Salud, ese organismo transferido en su día a la Comunidad Autónoma
de Aragón. Pero la realidad es que por aquello
de la “reestructuración organizativa” también en Sanidad hay
deficiencias profundas, como demuestra
el hecho de que, por ejemplo, el Hospital de Barbastro tenga un déficit
de doce especialistas (cuatro traumatólogos, cuatro radiólogos, tres
ginecólogos y un cardiólogo). Pero el tema sanitario en Aragón es
responsabilidad del socialista Javier Lambán y el tema de la Policía Nacional es
responsabilidad del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, que parece preocuparse más de imponer
medallas a la Virgen que de tener
operativas las comisarías durante las 24 horas del día; y ello produce la
consecuente inseguridad en el ciudadano, que paga abultados impuestos. Cerrar
comisarías por la noche y en festivos es propio de un Estado fallido, donde te
matan por la calle a pleno día y no pasa nada. Y mi primera “colleja” simbólica
vaya para el delegado del Gobierno en Aragón, Gustavo Alcalde, al que respeto y aprecio. Debe comprender don
Gustavo que no es admisible de ninguna de las maneras que un ciudadano se acerque
por la noche o en fin de semana a una comisaría para presentar una denuncia y
se encuentre que está cerrada al público, como si se tratase de una ferretería,
una tienda de ultramarinos, o un estanco. Eso no es concebible en un Estado de
derecho. Al menos, a mí así me lo parece.
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