Me entero que la palabra más larga que aparece en
nuestro Diccionario de la RAE es “electroencefalografista” y que la única
palabra que tiene todas las vocales en orden es “albericoque”, que se usa en
Burgos y Aragón. En Burgos no sé, pero en Aragón el albaricoque tiene
diferentes maneras de llamarse. Que yo sepa: albérchigo, alberge (también en La
Rioja), damasquino y “domasquino”, que no deja de ser un vulgarismo. Existen
otros, en el campo semántico aragonés de las frutas y verduras, tales como
ababol (amapola), aliaga (aulaga), morcacho (centeno), panizo (maíz),
espirigallo o pipirigallo
(esparceta), mangrana o mingrana
(granada), presco, o presiego, o presquilla (melocotón). También se usa el
vulgarismo baturro molocotón. Espinay
o espinae (espinaca), etcétera. Algo parecido sucede con determinados animales:
paniquesa (comadreja), tajugo o tajubo (tejón),
ardacho o fardacho (lagarto), zapo (sapo), boque (macho cabrío), sargantana o zarandilla (lagartija),
caparra (garrapata), mardano (carnero),
cuchareta o cucharón (renacuajo), macho (mulo), cardelina (jilguero), etcétera. La diglosia se produce habitualmente en las
letras de las jotas y en los chascarrillos, donde la “familiaridad” del
lenguaje “baturro” de zonas rurales predomina sobre el lenguaje formal. Es el llamado lenguaje alternativo (coloquial
y costumbrista) utilizado en los relatos de Braulio Foz, Pedro Arnal
Cavero, Gregorio García Arista,
o Atanasio Melantuche, que utilizó
el seudónimo de El Barbo de Utebo
para sus escritos satíricos y políticos. Sobre este curioso personaje sabe
mucho Javier Barreiro. Sólo
destacaré sus zarzuelas costumbristas “El
Olivar” (1902), que compuso junto a
García Arista, con música de José Serrano y Tomás Barrera; “La vara del alcalde” e “Ideícas”
(1905); “Danze baturro” (1904);“La tajadera” y “! Cómo cambean los tiempos ¡” (1909); etcétera.
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