De ahora en adelante deberemos cogérnosla con papel
de fumar en evitación de que alguien pueda tratarnos de racistas. De hecho, la
firma comercial valenciana Idilia Food
ya hizo desaparecer de los botes de “Cola
Cao” la imagen de aquel negrito del África tropical cargando a la espalda
sacos de cacao. En 2014 la marca paso a ser propiedad de la familia Ferrero
tras la segregación del Grupo Nutrexpa
que lo comenzó a comercializar en 1950. De la misma manera, los nuevos empresarios
cambiaron la letra de la antigua canción de Aurelio Jordi Dotras, ahora con la nueva música de Manu Guix, presentada el pasado 30 de
enero en Barcelona, interpretada por el coro infantil y juvenil de Xamfrà, un centro de la Fundació l'ARC Música del barrio del Raval.
La letra desaparecida era la que todos los chavales de mi generación
escuchábamos siendo niños en la radio, cuando cada atardecida patrocinaba la
radionovela de la SER “Matilde, Perico y
Periquín”, una serie costumbrista creada por Eduardo
Vázquez, con episodios de 15 minutos de duración diaria de emisión desde
1955 y que siguió viva en ese dial hasta la muerte de Pedro Pablo Ayuso, en 1971. Algo parecido va a suceder con la
conocida marca de “conguitos”, que produce Chocolates Lacasa, en Utebo (Zaragoza) desde 1987, si bien es sabido
que la empresa zaragozana hubo de modificar el logotipo. Se trata
de unos granos de cacahuete recubiertos en chocolate creados por el confitero Francisco Díaz Martínez e inscritos en el Registro de la Propiedad
Industrial el 25 de marzo de 1963. Años más tarde aparecerían en el mercado
los “Chimpancitos”.
Se produjo un contencioso que perdió el denunciante (Francisco Díaz) al
considerar los tribunales la inexistencia de plagio. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que ya se ha iniciado una campaña promovida por Change.org para que se retire el nombre
y las imágenes de ese pequeño congoleño en las bolsitas a la venta por ser
considerados racistas. Aquel dibujo del niño congoleño, que todavía se mantiene,
fue obra de Juan
Tudela Férez, que lo diseñó en 1961 cuando
sólo tenía 20 años. Lo cierto es que los tiempos cambian y, a día de hoy, a
ningún dibujante se le permitiría hacer viñetas con un explorador dentro de una
olla, como se hizo en TBO; ni colocar huchas en los colegios con cabezas de
indios o negritos a fin de recaudar fondos para el DOMUND, etcétera. Y no
tardando mucho, las confiterías deberán omitir el nombre de “brazo de gitano” a esas tartas
enrolladas, los restaurantes deberán
dejar de escribir en los menús “patatas a
lo pobre” al acompañamiento de ternasco al horno, y “quesos
de “tetilla” a ese delicado producto de la gastronomía gallega que hasta
cuenta con denominación de Origen. Se empezó por el estúpido lenguaje inclusivo,
que tanto le gusta al presidente Sánchez
y a sus socios de Podemos, se continuó con sacar punta al lenguaje
coloquial, y ahora no sabemos qué será lo siguiente. Hasta es posible que cualquier
día tengamos que ir a tomar los platos a la cocina de los restaurantes para que
los camareros no se sientan discriminados, o hacer la cama en el hotel para que
no nos mire mal la asistenta de habitaciones. En los surtidores ya debemos
repostar la gasolina mientras el empleado observa a corta distancia con
impasible ademán. Por algo se empieza.
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