Leo en eldiario.es
que una web vinculada a Vox donde,
desde el periódico “España es voz”, dirigido
por Rogelio Villar, se mantiene
activa una encuesta (desde el pasado día 4 de abril) donde pregunta a los
lectores “si el rey debería disolver las
Cortes, convocar al Ejército y tomar el mando”. Ignoro las respuestas a esa
encuesta por parte de los lectores. A mi entender, si Felipe VI tomase esa decisión, que no creo, ahí se terminaría la
Monarquía en España. Al jefe del Estado le supongo consciente, y así lo doy por
hecho, de las consecuencias que tuvieron para su bisabuelo, Alfonso XIII, el hecho de haberse
colocado al lado del golpista Miguel
Primo de Rivera, en 1923. Las consecuencias de aquella insensatez de manual
provocaron el Pacto de San Sebastián
en agosto de 1930, promovido por la Alianza Republicana. En el Casino de San
Sebastián, como todo el mundo conoce, se reunieron catorce personas (Marañón no pudo asistir y envió una
carta de adhesión) bajo la presidencia de Fernando
Sasiaín, entonces presidente del Círculo Republicano de esa ciudad
guipuzcoana. Todos los reunidos aquella tarde del 17 de agosto, que aceptaban
un Estatuto de Autonomía para Cataluña, eran conscientes de que se había violado
la Constitución de 1876. Y aquel consenso se materializó en las elecciones
municipales del 12 de abril de 1931. Dos días después, el rey se marchaba con
nocturnidad y miedo hasta Cartagena, embarcando en el buque de la Armada “Príncipe Alfonso” con rumbo a Marsella
donde llegó a las cinco de la mañana. Nadie le estaba esperando. El resto de su familia se marchó al día
siguiente, tomando un tren en el apeadero de Galapagar camino de Irún,
despedidos en el andén solo por Álvaro
Figueroa. Una vez llegados a París, se instalaron en el Hotel Meurice ocupando 28 habitaciones.
Todo excesivo aunque muy triste. Por otro lado, Felipe VI no debe olvidar que
el hermano de su madre, Constantino I,
cometió el error de ponerse al lado de los coroneles golpistas tras su triunfo
el 21 de abril de 1967. Eso le costó la corona. Y ya, el remate final llegó en
1974, una vez caída la dictadura de los coroneles, cuando Karamanlis
convocó un referéndum
para que los griegos eligieran entre monarquía o república, tras una
campaña sin participación de los monárquicos. El resultado fue tan demoledor
que Constantino, desde Londres, aceptó resignado que sus días como rey habían
acabado para siempre. De los errores se aprende, porque se pagan caros.
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