En 1922, hace ahora 98 años, Alfonso XIII, bisabuelo del actual jefe del Estado, efectuaba un
viaje a Las Hurdes. Pepe Verdú
comentaba en un magazine de La Vanguardia (23.06.19) cómo vivían sus moradores. Acompañaban al rey en aquel viaje el duque de Miranda, Vicente Piniés, entonces ministro de la Gobernación, los médicos Gregorio Marañon y Ricardo Varela, el periodista José
García Mora, que hizo de cronista, el fotógrafo José Demaría Vázquez, conocido como Pepe Campúa (por entonces
fotógrafo de “Mundo Gráfico”) el
ingeniero de Montes Santiago Pérez
Argemí, gran conocedor del terreno, y el teniente coronel Obregón, ayuda de cámara del rey. Todo
comenzó en 1904, cuando en Salamanca se creó la revista Las Hurdes. Ese mismo año visitó Salamanca el rey y la revista le
dedicó un número extraordinario. El rey se comprometió a visitar esa deprimida
comarca. Antes del viaje programado, entre el 20 y 24 de junio de 1922, hubo
una expedición de varios médicos, entre ellos Marañon, para que más tarde
pudiesen explicarle al monarca el “espanto” que habían visto. Cuenta Pepe
Verdú: “La comitiva real llegó al pueblo a bordo de automóviles. Les esperaba
el obispo de Coria con todo el boato. Aquella noche, Alfonso XIII se alojó
en la casa de Acacio Terrón, un
vecino de la localidad. Su familia ha conservado la estancia intacta,
inalterada, salvo la púdica omisión del orinal y la incorporación de una
fotografía del soberano con una cariñosa dedicatoria. La mañana siguiente, 21
de junio, la expedición real emprendió la marcha. Querían adentrarse en el
corazón del territorio, allá donde no llegaban las carreteras: recorrerían 150 km, se desplazarían a pie o a caballo, y dormirían en tiendas de campaña. Poco antes de
llegar a Pinofranqueado, Alfonso XIII se sintió molesto por el calor y se dio
un chapuzón en el río Los Ángeles, completamente desnudo. Eufórico por la
vivificante experiencia, el Rey pidió al fotógrafo Campúa que captase el
momento. El artista entregó una copia de la imagen y el cliché original, pero eso
no evitó que la fotografía se difundiese y popularizase años después, en
tiempos de la República”. Marañón, como endocrinólogo, se dio pronto cuenta de
que en aquellos parajes, además de una tremenda pobreza, existía una profunda
endogamia entre los jurdanos, y muchos casos de tifus y paludismo por la mala
calidad de sus aguas. Y hay una anécdota curiosa de aquel viaje: “Los
expedicionarios cenaron dentro de las tiendas, atendidos por los lugareños.
Cuando llegó el momento del café, el ministro Piniés comentó su preferencia por
tomarlo con un chorrito de leche. No había vacas, ovejas ni cabras en el
núcleo, pero ese hecho no arredró a un solícito vecino, quien regresó con una
pequeña cantidad de líquido. Mientras el político saboreaba su cortadito, le
informó de que podía tomarlo con total confianza, ya que la leche era de su propia
mujer y, por cierto, muy buena”. Para mí que pagó el pato el bebé de aquel
vecino, que aquella noche se quedó sin poder tomar la teta. Dejémoslo aquí. No
pretendo contar todo aquel viaje a Las Hurdes, sino compararlo con lo que está
haciendo 98 años más tarde su bisnieto, Felipe
VI. Ha decidido recorrer España, se dice que por “animar al turismo” en momentos de pandemia, fuente de riqueza
nacional. Y hoy el jefe del Estado y su consorte estuvieron por la mañana en
Sevilla y por la tarde, en Córdoba. A alguien de su equipo se le ocurrió que
debía comenzar su periplo andaluz por la barriada de Las Tres Mil Viviendas, el
barrio más deprimido de España, donde la droga, el paro y la delincuencia
campan por sus respetos. Y allí fueron el rey y su consorte, acompañados del
presidente de la Comunidad Autónoma y de un rabo de personajes y personajillos
dispuestos todos ellos a enseñar in situ
al monarca el estado del barrio. Ninguno de ellos se manchó los zapatos y las
calles recorridas parecían un remanso de paz. No había ni perros callejeros
buscando la sombra. El recorrido, digo, duró como quince minutos. ¿Para qué
más? En seguida marchó la troupe al
centro de Sevilla, donde los vítores estaban asegurados, que era lo que se pretendía en las horas más
bajas de un reinado triste y lleno de incógnitas, con un padre en entredicho por presunto cobro de abultadas comisiones de los árabes y un cuñado en la trena de Brieva por delitos probados. Como en la canción de Emilio José: “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio…”.
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