jueves, 7 de septiembre de 2023

El teléfono de Gila

 

Al Gobierno en funciones, que funciona poco y mal, parece que le hubiese picado la carabela portuguesa. No sé de qué se asombra. No pasa día sin que se la den con queso. No se esperaba que el grupo saudí STC se hiciera con el 9,9% de las acciones de Telefónica. Que yo sepa, el 63 % de Cepsa está en manos de los Emiratos Árabes Unidos, también tiene gran participación en Iberdrola (8,7%), Colonial (20%), Enagás (3%), El Corte Inglés, Iberia (10%), Vueling, 17 hoteles del Grupo Meliá, etcétera.  La lista es larga. Cuando las acciones son muy baratas y los dividendos aceptables suceden estas cosas. Y al Banco Santander (el mayor banco del Ibex 35 por su valor de mercado) le salva, a mi entender, que el 40% de su accionariado se encuentra distribuido entre inversores minoritarios. Pero de ese otro 60% restante se sabe que se encuentra en parte en manos del fondo estadounidense  Black Rock (5,42%); de Dodge & Cox (3,038%); y de Norges Bank (3’006%). Digo que “le salva de momento” porque, aunque sus acciones a fecha de hoy están muy baratas, como digo, todavía no se le han puesto el ojo encima los amos del petróleo, o no les ha dado ideas a los árabes el Emérito. Pero como decía aquel maestro de la posguerra, “todo se andará si la vara no se rompe”. Hasta Seat, fundada en 1950, en su día pasó a formar parte del Grupo Wolksvagen AG y ahora le han cambiado el nombre por el de Cupra (acrónimo de CUP-Racing), nombre que utilizó Seat desde 2003 para una línea de bicicletas. Al final resultará que, cuando nos refiramos a una marca comercial, deberemos poner entre paréntesis su nombre de soltera, como hacen los ecos de sociedad. Verbigracia: Mercedes de la Caballería y Ramírez de la Piscina, de soltera Merche García Pérez. Algo que nunca aconteció con el humilde Biscúter, aquel vehículo de 9 HP, tres velocidades, dirección de cremallera y carrocería de aluminio creado por Gabrile B. Voisin en 1950 y que llegó a España tres años más tarde. Conduciendo un Biscúter, los españoles comenzaron a sentirse importantes. Ya no hacía falta que Martín Artajo, primero, o Ullastres después, siguieran aporreando la puerta de Europa. Los españoles nos vinimos arriba con el botijo, la sopa de ajo, la gaita alistana, el biscúter, Transfesa y las "matildes". Como dijo uno de mi pueblo: "De lo que tuvimos, no nos faltó de nada".

 

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