jueves, 1 de agosto de 2013

Las calores



Durante los veranos de mi infancia era corriente ver carritos de heladeros en las aceras de las ciudades. Era un carro de mano con tres depósitos cuya tapa metálica se levantaba para que el heladero, vestido con chaquetilla blanca, pudiera meter el dosificador redondo de tenacilla en la cubeta empotrable y colocar en un cucurucho una esfera redonda de tutifruti, limón o mantecado helado. Aquellos heladeros fueron desapareciendo poco a poco, como antes lo fueran los barquilleros, tal vez el día en el que los helados se podían adquirir pasteurizados y con ciertas garantías de higiene en las grandes superficies. Hace poco aparecieron por las calles de Zaragoza,  en los atardeceres de los fines de semana, otros carritos donde se servían perritos calientes, como en Nueva York. Todos los carritos eran de la misma cadena de negocio. Y ahora leo en ABC que desde el pasado viernes está apareciendo por la Piel de Toro “La Jamoneta”, una furgoneta “Volkswagen Caravelle”, similar a la que llevaban por los años 60 aquellos hyppies libertarios y pacifistas, tirando de un remolque. Y ese remolque “Eriba Puck”, al desplegarse se convierte en una barra de bar donde se ofrecen bocadillos de jamón ibérico de una conocida marca de un pueblo de la Sierra de Aracena. “La Jamoneta” aparecerá, parece ser, allá donde haya eventos al aire libre con afluencia de ciudadanos. La primera cita ha sido en Benidorm, la ciudad playera alicantina que cuenta en verano con el mayor número de turistas madrileños. Después, la furgoneta itinerante tiene previsto acercarse hasta  Asturias coincidiendo con la fiesta del descenso del Sella, una fiesta que tiene lugar el primer sábado de agosto posterior al día 2 entre Arriendas y Ribadesella. Por cierto, existe hasta un himno: “Cerca de Arriendas, rosa del valle/ Ribadesella, rosa del mar, / se abre un sendero de romería, / florece el Sella como un rosal”, etcétera. En el himno se recuerda a Infiesto, donde comenzaron las primeras ediciones a partir de 1929, cuando Dionisio de la Huerta, Benigno Morán y Manés Fernández hicieron una excursión de 5 kilómetros en dos horas y media por el río Piloña desde Coya hasta Infiesto. De Infiesto era mi abuelo paterno, Aquilino Miranda Vallín, que un día marchó a Cuba para trabajar en “El Encanto” de La Habana junto a Ramón Areces. Ya ven cómo me afectan las calores. Del jamón, jamón, no precisamente del jamón de Bigas Luna, he saltado al descenso del Sella para terminar en los indianos de La Habana, que  es Cádiz con más negritos… 

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