De José Verón Gormaz, autor de
“Instrucciones para pasar un puente”, destacaría su paciencia para captar
paisajes robados. No sólo los capta sino que los subraya. Buen narrador, mejor
poeta y excelente fotógrafo, Verón cuanta cada día lo que acontece en
Calatayud, su ciudad de nacimiento y de la que es cronista oficial. A partir de
mañana y hasta el 13 de septiembre, Verón expondrá una pequeña parte de su
extensa obra, treinta fotos, en el Aula Cultural San Benito, con imágenes
tomadas entre los años 1979 y 1999. Desde aquí animo a que, todo aquel que pueda y lo desee, se acerque
hasta Calatayud y pueda comprobar, ya de paso, las obras que recientemente se
han llevado a cabo en lo que fuese un convento barroco-mudéjar del siglo XVI
que, además de disponer de un confortable hotel, cuenta con el Aula Cultural
San Benito, cuyo salón de actos ocupa el espacio que antes fuese iglesia
conventual, con un aforo para 220 personas e inaugurado en junio de 2002. Allí
tiene lugar a lo largo del año conferencias, seminarios, actos musicales,
exposiciones de pintura y todo aquello que redunde en beneficio de los
ciudadanos de Calatayud y su comarca. Me apena que mi amigo Pedro Montón Puerto
muriese justo diez años antes de tal inauguración. Pedro Montón, entonces, como
Pepe Verón, ahora, han sido las personas que más amaron la tierra que les vio
nacer y eso siempre es un orgullo para sus conciudadanos. Los paisajes robados
por la cámara de Verón no son flores de un instante, como sucede con las fotos
que en su día hiciera en Zaragoza, detrás de la Lonja, Ángel Cordero Gracia,
aquel minutero que disponía de una cámara de madera que incluía todo un
laboratorio. Las fotos de Verón, que todavía no he visto, supongo que contendrán todo el esplín de la Transición, donde se dejará notar la mano de
todos y cada uno de los alcaldes que dejaron su impronta, o sea, del médico
José Galindo Antón, del panadero Jorge
Sánchez García y del empresario Fernando Martín Minguijón. Aprovecho para decir
que recientemente se ha restaurado la
Puerta de Terrer, antigua Puerta del Matador, sede del Centro de Estudios Bilbilitanos; y,
también, la solera de la porticada Plaza de España. Invito a visitar Calatayud
en septiembre, en plena recogida de esas uvas que dan espléndidos vinos con
denominación de origen, y darse una vuelta por sus principales monumentos: la
colegiata de Santa María, el Castillo, la iglesia de San Andrés, las pechinas
goyescas en la iglesia de San Juan el Real, el Museo de Arte Sacro en el antiguo
Palacio Episcopal y la fachada del Palacio del Barón de Warsage, que
actualmente alberga el Casino Bilbilitano, entre otros. Y, cómo no, aventurarse
a dar un paseo en bicicleta hasta la fuente de “Maño-maño” por las sendas
habilitadas, en un intento de poder identificarse con la extraña belleza de
paisajes lunares de yesos lacustres que conforman la erosionada Sierra de
Armantes, situada entre los ríos Manubles, Ribota y Jalón y que se extiende a
lo largo de Calatayud, Terrer, Ateca, Moros, Cervera de la Cañada, Aniñón y Torralba
de Ribota. Un paseo difícil de olvidar para el excursionista que no lo conozca.
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