Estos llanitos son como el perro
del hortelano, que ni comen ni dejan comer. Observando el escudo de Santander
me acaba de dar una idea sobre lo que tiene que hacer Rajoy para que esa “armada
invencible” que ha mandado David Cameron al Mediterráneo de maniobras no asuste
en demasía a los andaluces de la
Línea, como parece que le sucedió a Artur Mas cuando hace un
par de años unos F-18 de la Base
de Zaragoza hicieron maniobras de rutina sobre Cataluña. Algunos secesionistas
de vía estrecha ya pensabas que este país iba a invadir Cataluña a la brava.
Malo es cuando alguien tiene rabo de paja y ve gigantes donde sólo hay molinos
de viento. Pues bien, en el escudo de Santander, como digo, además de las
cabezas de los santos Emeterio y Celedonio
sobre un campo de azur, aparece la
Torre del Oro, un galeón sobre ondas de azur y plata y una enorme
cadena que cruza hasta lo que hoy es el populoso barrio de Triana, en
referencia a la ayuda que el almirante Ramón Bonifaz, al mando del barco
“Carceña” y enviado por la
Corona de Castilla, ayudó a Fernando III a que se
rompieran las cadenas que unían ambas
orillas del Guadalquivir, cortando de esa guisa el avance río arriba y los
abastecimientos; o el escudo de Avilés, que es una adaptación del escudo que se
encuentra en la fachada de ese Ayuntamiento. En campo de gules y sobre ondas de azur y plata, una nave de
tres palos, de oro, con velas desplegadas de plata, con una sierra en la proa y
una cruz de oro en el palo mayor, embiste a unas cadenas unidas a dos torres
del oro situadas a ambos lados del río. En los palos mayor y trinquete, una
bandera corneta de plata en cada uno, y en el palo de mesana una bandera
corneta cuartelada de azur y plata. Todo sobre un escudo ovalado, adornado con
lambrequines y rematado con una corona real cerrada. Y como cada región, en este caso Cantabria y el Principado de
Asturias, desea llevarse los laureles, los asturianos, para no ser menos que
los montañeses pertenecientes a la
Corona de Castilla, hacen hincapié en la figura del marinero
avilesino Rui-Pérez, que iba al mando de otro galeón, el “Rosa de Castro”, que portaba una sierra en
la proa. Tampoco hay que olvidar al vasco Diego López de Haro ni al gallego Rodríguez
Bobes. Además de Santander y Avilés, el escudo de Laredo dispone en uno de sus
cuatro cuarteles la Torre
del Oro y, para más abundamiento, en la iglesia de la Asunción de esa localidad
se conservan unos ejes de aquellas cadenas. En resumen, los moros terminaron
entregando las llaves de la ciudad y tomando las de Villadiego el 23 de
noviembre de 1248, que es a lo que iba. Rajoy, como digo, tiene que poner unas
cadenas que crucen de Tarifa a Ceuta para que la Royal Navy deje de de
intimidar con el peligro que entraña el atraque del submarino nuclear “Tireless”
y, también, a los pescadores del Campo de Gibraltar mediante esas cargas de
profundidad a base de cemento armado, que son como cubos de Rubik tremendos que
lanzan los llanitos a unas aguas jurisdiccionales españolas sin el permiso de
nadie, para que los pescadores rompan sus redes al faenar y no sean capaces de poderse llevarse a la boca una pijota, una urta
o un salmonete. Ya saben, a Fabián Picardo, nieto de una española refugiada en
Gibraltar durante la Guerra Civil,
habrá que decirle que colonia sí, pero “Álvarez Gómez”.
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