Durante los veranos de mi
infancia era corriente ver carritos de heladeros en las aceras de las ciudades.
Era un carro de mano con tres depósitos cuya tapa metálica se levantaba para
que el heladero, vestido con chaquetilla blanca, pudiera meter el dosificador
redondo de tenacilla en la cubeta empotrable y colocar en un cucurucho una
esfera redonda de tutifruti, limón o mantecado helado. Aquellos heladeros
fueron desapareciendo poco a poco, como antes lo fueran los barquilleros, tal
vez el día en el que los helados se podían adquirir pasteurizados y con ciertas
garantías de higiene en las grandes superficies. Hace poco aparecieron por las
calles de Zaragoza, en los atardeceres
de los fines de semana, otros carritos donde se servían perritos calientes,
como en Nueva York. Todos los carritos eran de la misma cadena de negocio. Y
ahora leo en ABC que desde el pasado viernes está apareciendo por la Piel de Toro “La Jamoneta”, una furgoneta
“Volkswagen Caravelle”, similar a la que llevaban por los años 60 aquellos
hyppies libertarios y pacifistas, tirando de un remolque. Y ese remolque “Eriba
Puck”, al desplegarse se convierte en una barra de bar donde se ofrecen
bocadillos de jamón ibérico de una conocida marca de un pueblo de la Sierra de Aracena. “La Jamoneta” aparecerá,
parece ser, allá donde haya eventos al aire libre con afluencia de ciudadanos.
La primera cita ha sido en Benidorm, la ciudad playera alicantina que cuenta en
verano con el mayor número de turistas madrileños. Después, la furgoneta itinerante
tiene previsto acercarse hasta Asturias
coincidiendo con la fiesta del descenso del Sella, una fiesta que tiene lugar
el primer sábado de agosto posterior al día 2 entre Arriendas y Ribadesella.
Por cierto, existe hasta un himno: “Cerca de Arriendas, rosa del valle/
Ribadesella, rosa del mar, / se abre un sendero de romería, / florece el Sella
como un rosal”, etcétera. En el himno se recuerda a Infiesto, donde comenzaron
las primeras ediciones a partir de 1929, cuando Dionisio de la Huerta, Benigno Morán y Manés
Fernández hicieron una excursión de 5 kilómetros en dos
horas y media por el río Piloña desde Coya hasta Infiesto. De Infiesto era mi
abuelo paterno, Aquilino Miranda Vallín, que un día marchó a Cuba para trabajar
en “El Encanto” de La Habana
junto a Ramón Areces. Ya ven cómo me afectan las calores. Del jamón, jamón, no
precisamente del jamón de Bigas Luna, he saltado al descenso del Sella para
terminar en los indianos de La
Habana, que es Cádiz
con más negritos…
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