domingo, 3 de mayo de 2015

Sobre la última "misa laica"





A propósito del 1º de Mayo, Carlos Herrera, en el diario ABC, arremete contra los sindicatos y los líderes sindicales después de haber visto la triste estampa que ofrecían sus representantes en la Puerta del Sol de Madrid con motivo del Día del Trabajo, sólo seguidos por un grupúsculo de trabajadores sin trabajo, jubilados nostálgicos, subsaharianos sin papeles y sudamericanos que tienen a sus mujeres cuidando enfermos en hospitales o ancianos en sus domicilios y cobrando de extranjis. Escribe Herrera: “Y de repente aparecieron como fantasmas del tiempo. Con su ritual de pancartas y banderitas, sus liberados acarreados en autobuses, sus megáfonos y sus rancios discursos de un obrerismo pasado de moda. Una escena del siglo XX, un novecento (sic) fuera de época, avejentado por la pátina de la desmemoria. Los sindicatos. Sacando en su día oficial un músculo ya entumecido, agarrotado de inactividad, enflaquecido de rutina. Pisando calle como esos católicos poco practicantes que sólo visitan la iglesia en bodas o comuniones de la parentela. La misa laica del Primero de Mayo”. Cierto. Pero Carlos Herrera debería envainar la pluma alguna vez, por ejemplo ahora, que conecta con la feligresía de lunes a viernes sin salir de Sevilla y cobrando de la Conferencia Episcopal casi nueve millones de euros, ¡que se dice pronto!, por hacer un programa de radio en la COPE que a muy pocos ciudadanos interesa. Si la COPE fuese una empresa privada, adelante con los faroles. Pero resulta que la COPE es la emisora de los privilegiados obispos. Sus “fósforos”, los de Herrera, serán de ahora en adelante, supongo, los meapilas que agradecen que cada mediodía se interrumpa la emisión para escuchar el “ángelus”, los mismos tipos que siguen poniendo la equis en la Declaración sobre la Renta a una Iglesia que, por ejemplo, mantiene rodeado de lujos en un casoplón de “Las mil y una noches” al cardenal Rouco Varela con el dinero de todos los contribuyentes. Siento vergüenza ajena de que la Iglesia Católica, que no paga impuestos al amparo del Concordato Iglesia-Estado de 1979, se permita pagar casi nueve millones de euros a un locutor en un vano intento de salir del bache en el que se encuentran su “ondas populares”. Tiene razón Herrera cuando afirma que los sindicatos sostienen el rancio discurso de un obrerismo pasado de moda. Pero eso deberían decirlo otros, o sea, los que padecen el desempleo enquistado y la falta de recursos. Dicho por ese locutor suena a hueco.

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