La reina consorte, Letizia
Ortiz Rocasolano, está de viaje por América Latina para apoyar -según
señala la prensa- los trabajos que realiza la Agencia Española de Cooperación
Internacional y para el Desarrollo. Esas cosas quedan muy bien de cara a la
galería. No pongo en duda la supuesta labor que realiza esa Agencia, pero en
España todavía queda mucha labor por hacer. Los datos de la FAO y de Cáritas son
demoledores. En España aumenta cada año la desigualdad social. El Gobierno que preside
Rajoy dijo en 2013 que iba a
estudiar una renta mínima para los hogares sin ingresos, pero no incluyó
ninguna partida en los Presupuestos Generales del Estado para el año siguiente.
Cáritas atendió ese año a más de 5 millones de ciudadanos. La subida de impuestos
y tasas municipales, la inestabilidad del empleo y los bajos salarios, así como
los recortes en gasto público en sanidad, educación y protección social dejan a
muchas familias en situación de vulnerabilidad. Dicho de una manera cruda: 14
millones de personas viven en situación técnica de pobreza y de ellos 6
millones en pobreza extrema, 40.000 familias fueron desalojadas de su vivienda
por impago de hipoteca o de la renta en el último año y en 730.000 hogares no
entra ningún ingreso. Ante esa situación, invito a la reina consorte a que se
dé una vuelta por donde las ciudades cambian de nombre para convertirse en
tierra de desheredados. No hace falta salir de España para estremecerse ante el
sufrimiento ciudadano. Los viajes transoceánicos y las posteriores fotos en
papel cuché no son la solución al problema que padece España. Esas cosas
hubiesen quedado bien en, si acaso, en Teresa
de Calcuta. Y, ahora, los barones del partido que sustenta a quienes nos
gobiernan se hacen cruces del avance de partidos emergentes en las municipales.
Deberían hacérselo mirar.
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