Aquí, como en las recetas médicas al uso, los políticos de
derechas, de izquierdas, de centro y hasta los mediopensionistas, o sea, los
que cumplirían una misión más útil para la sociedad pastoreando ovejas
en los páramos entre Alentisque y Cabanillas, luchan hasta lo imposible para
que sus ofrecimientos preelectorales los tomemos ad lib., es decir, a voluntad del consumidor. Me encanta la expresión latina ad líbitum, que expresa “a placer, a voluntad”. Recuerdo que dicho término
lo utilizaba Manuel Martín Ferrand
como telón que abría el proscenio de sus espléndidos artículos de opinión en su
columna diaria en ABC, generalmente en
permanente actitud crítica. Nunca olvidaré la figura del maestro, fallecido
hace ya casi dos años. ¡Ojala hubiese tenido yo el contagio de su prosa! Ad líbitum se utiliza en Música, en
Biología, en Medicina y en Política. En Música, cuando se deja al director de
orquesta o al intérprete que añada o quite una parte instrumental; en Biología,
al referirse al peso de un animal antes de imponer un control sobre su
alimentación; en Medicina, como ya consta, cuando la posología del fármaco está
a discreción del paciente; y en Política, cuando se hace lo de Mariano Rajoy, es decir, no cumplir
nada de lo plasmado en su programa electoral una vez alcanzado el triunfo en
las urnas y procurando los intereses propios del partido que lo sustenta por
encima de los deseos de aquellos que le dieron su confianza. La cosa es buscar
más patas al bicho.
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