A propósito del 1º de Mayo, Carlos Herrera, en el diario ABC,
arremete contra los sindicatos y los líderes sindicales después de haber visto
la triste estampa que ofrecían sus representantes en la Puerta del Sol de Madrid con
motivo del Día del Trabajo, sólo seguidos por un grupúsculo de trabajadores sin
trabajo, jubilados nostálgicos, subsaharianos sin papeles y sudamericanos que
tienen a sus mujeres cuidando enfermos en hospitales o ancianos en sus
domicilios y cobrando de extranjis. Escribe Herrera: “Y de repente aparecieron
como fantasmas del tiempo. Con su ritual de pancartas y banderitas, sus
liberados acarreados en autobuses, sus megáfonos y sus rancios discursos de un
obrerismo pasado de moda. Una escena del siglo XX, un novecento (sic) fuera de
época, avejentado por la pátina de la desmemoria. Los sindicatos. Sacando en su
día oficial un músculo ya entumecido, agarrotado de inactividad, enflaquecido
de rutina. Pisando calle como esos católicos poco practicantes que sólo visitan
la iglesia en bodas o comuniones de la parentela. La misa laica del Primero de
Mayo”. Cierto. Pero Carlos Herrera debería envainar la pluma alguna vez, por
ejemplo ahora, que conecta con la feligresía de lunes a viernes sin salir de
Sevilla y cobrando de la Conferencia
Episcopal casi nueve millones de euros, ¡que se dice pronto!,
por hacer un programa de radio en la
COPE que a muy pocos ciudadanos interesa. Si la COPE fuese una empresa
privada, adelante con los faroles. Pero resulta que la COPE es la emisora de los
privilegiados obispos. Sus “fósforos”, los de Herrera, serán de ahora en
adelante, supongo, los meapilas que agradecen que cada mediodía se interrumpa
la emisión para escuchar el “ángelus”, los mismos tipos que siguen poniendo la
equis en la Declaración
sobre la Renta
a una Iglesia que, por ejemplo, mantiene rodeado de lujos en un casoplón de
“Las mil y una noches” al cardenal Rouco Varela con el dinero de todos los
contribuyentes. Siento vergüenza ajena de que la Iglesia Católica, que no paga
impuestos al amparo del Concordato Iglesia-Estado de 1979, se permita pagar
casi nueve millones de euros a un locutor en un vano intento de salir del bache
en el que se encuentran su “ondas populares”. Tiene razón Herrera cuando afirma
que los sindicatos sostienen el rancio discurso de un obrerismo pasado de moda.
Pero eso deberían decirlo otros, o sea, los que padecen el desempleo enquistado
y la falta de recursos. Dicho por ese locutor suena a hueco.
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