viernes, 29 de agosto de 2008

Aviones de cartoné

En "Aviones de mármol" (IV), el genial José Luis Alvite, refiriéndose a la saga de los Kennedy, recuerda a los lectores de "La Razón" que el hermano mayor del presidente murió abatido en la II Guerra Mundial, que a Tedd le capotó la avioneta y le dejó secuelas de por vida, y que John John, aquel niño fotografiado jugando solo en el despacho oval, también muríó con las botas puestas dentro de su aeroplano cinco años después que su madre. Demasiado se ha escrito ya sobre la tragedia de Barajas. Ya ha habido hasta una confusión de féretros y postergación en el funeral de la Almudena. Esas cosas en nuestra España cañí no se perdona. Este es un país donde a la ciudadanía le gusta mover los cadáveres de un lado para el otro y ponerle muchas flores de plástico en cada "halloween", ese San Heim necesario para afrontar la dureza del invierno que por esas fechas ya asoma. Por estos pagos, el borracho irlandés Jack O'Lautern se encontró con el diablo en una taberna el pasado 20 de agosto, o de los corrientes, que es como suele decir un compañero de oficina muy cumplidor, para que le invitase a un trago. El desastre, según Alvite, "es distinto en nuestro caso. Nosotros somos gente corriente, ya sabes, hombres y mujeres por orden alfabético que, si cayese nuestro avión, no dejaríamos como legado la lírica esgrima de una llama en Arlington, sino la gravosa adversidad de una factura al marmolista".

En fín, seá mejor dejarlo por hoy. No me está gustando el verano. Menos mal que sólo quedan quince días para que termine el circo de la Expo. Se acabará la fiesta. Más tarde aparecerá en los zaragozanos con "pase para tres días" el síndrome de Stendhal, con melancolía, sudoración, temblores y pitido de oídos, tras observar obras de gran belleza en un espacio corto de tiempo. Y los políticos que ahora beben los vientos volverán a su estado natural, al de siempre, a defender el agua del botijo y los derechos históricos, y a exacerbar el elemento identitario de Aragón para justificar sueldos, dietas, secretarias y coche oficial. En las fiestas -como decía Groucho Marx- no debes acomodarte jamás, porque puede sentarse a tu lado alguien que no te guste.

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