jueves, 14 de agosto de 2008

Raqueros

Me alegra saber que un escultor de la tierra, José Cobo Calderón, haya recuperado en bronce la figura de dos niños, justo en el muelle proximo al Paseo de Pereda. Fue ese escritor costumbrista, José María de Pereda, el que, en su novela "Sotileza", exponía cuestiones interesantes referidos a unos niños marginales, muchas veces huérfanos, que se afanaban en recoger monedas del fondo del puerto cada vez que las lanzaban al agua los señoritos pijos. También, desde las cubiertas de los barcos. En otras ocasiones, los niños raqueros se prestaban a rescatar del agua sombreros de señoras que, por descuido, o por el molesto nordeste, habían volado al agua.
Hoy, pasados más de cien años desde que "Sotileza" viese la luz, los montañeses, (perdón, ahora se dice los cántabros) mantienen otro criterio a la hora de hacer referencia a los llamados raqueros. Para los santanderinos fetén, para aquellos que llevan varias generaciones sin pasar hambre, los raqueros o las raqueras, son seres de baja estofa que andan al raque, o sea, al rateo en los puertos. Pero otra acepción más actualizada, no sé si académica, que lo dudo, coloca a los raqueros en mala posición social, como gente de baja estofa, simplona y carente de buenas composturas.
Un pariente lejano de José María de Pereda, José María Gutiérrez Calderón, escribió un libro sin asomos de argumento, "Santander fin de siglo", editado en 1935, y curiosamente prologado por Vicente de Pereda, en el que plasmaba el modo de ser y de vivir de una serie de personajes de la calle, de lo más variopinto. Es una "historia hecha con miradas" de un siglo XIX al final de su agonía. Es una ventana de aire fresco en el crepúsculo vespertino que recomendaría a los blogueros para su lectura, si no estuviese agotado. ¡Una lástima!

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