Se veía venir. Ahora resulta que el funeral previsto en la Almudena ya no tendrá rango de Estado. Sin embargo, su anuncio ya es fuente de problemas. Para la Unión Evangélica, el acto religioso añade dolor a los allegados de las víctimas. El alcalde de Madrid, el Arzobispado y la Casa Real, deberían evitar un acto religioso de estas características, si con ello hieren sensibilidades. En este país hay ciudadanos que son católicos, ciudadanos que profesan otras religiones, ciudadanos que no creen en la existencia de Dios, y ciudadanos que se pone enfermos con sólo nombrar a Rouco Varela, el defensor a ultranza de Jiménez Losantos en la COPE. Personalmente, declaro que me encuentro entre estos últimos; y añado que nunca consentiría que ese funcionario del Más Allá, que cobra su sueldo con dineros públicos del Más Acá, platicase "gorigoris" ni hisopase a los cuatro vientos en el funeral de un pariente mío. Supongo que, como me ocurre a mí, le sucederá a muchos demócratas. No se puede herir susceptibilidades, hablar de cuerdas en casa del ahorcado ni proponer elogios funerales desde las altas instancias en un Estado no confesional, como quién propone una fiesta de paso del ecuador. España será un país serio, entre otras muchas cosas, cuando los dirigentes de la Iglesia Católica paguen impuestos, dejen de vivir de la mamandurria, de vender parcelas en el cielo a cambio de un "Dios se lo pague", y de meterse donde no la llaman, o sea, como diría Santiago Lorén, en cuerpos, almas y todo eso.
También se veía venir la desvergüenza de algunos mentecatos. Así, el marido de Anna Maija Stefanides, la extranjera superviviente de la catástrofe aérea, ya ha anunciado que acaba de subastar al mejor postor la primera entrevista que conceda su mujer. Dice Peter Stefanides, médico de profesión, que lo hace para pagar la rehabilitación Anna. Yo no me lo creo. Dicha rehabilitación deberá correr, como determinan las leyes, por cuenta del seguro de viaje obligatorio contratado por Spanair. Hay gente para todo.
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