Leo un artículo de Luis Sepúlveda, el autor de "Un viejo que leía novelas de amor", en "Público", que me ha hecho pensar. Sepúlveda señala que "la prensa pasa por la peor época, ser periodista es dedicarse a un empleo más que precario, los becarios mal pagados son más rentables que los profesionales con experiencia, y en el caso de quienes trabajan para la televisión, la información dejó de ser un hecho ciudadano para ser la búsqueda de la noticia que venda, a cualquier precio, pues los índices de audiencia marcan y determinan la ética".
Estoy de total acuerdo con Sepúlveda. Como muestra, ahí tenemos la llamada "televisión basura", donde no se analiza la noticia, sino que sólo interesan los detalles de los platos fuertes. Menos mal que, por un acuerdo no sé si expreso, no se han retransmitido aún restos de cadáveres diseminados por el campo ni crudas fotografías sobre el desastre del vuelo JK 5022. Pero todo llegará. Por estos pagos, en vez de adoptar una actitud serena ante la catástrofe, las televisiones muestran escenas de otros accidentes aéreos, como el del monte Oitz, en 1985. ¿Por qué se dijo inicialmente que había siete muertos, cuando el avión se había partido en dos y las tremendas llamaradas por la quema de queroseno no había forma de apagarlas? ¿Por no alarmar a la ciudadanía? ¿Esperando que se hubiese producido un milagro? ¿Quién pensaba en aquellos momentos--tres de la tarde-- en el dolor de los familiares y amigos?
Durante muchos días, todavía, se escribirán páginas sobre el accidente. Se llenarán ediciones especiales en las revistas del corazón comentando cuestiones secundarias, verbigracia,la pena reflejada en la tez de la Reina, y se practicarán entrevistas a familiares de los fallecidos en diversos medios, en las que imperarán preguntas preñadas de morbo. Es lo que vende, aunque eso no sea ya lo que verdaderamente importe. Todavía nos falta otro plato fuerte. Asistir en directo, a través de la pequeña pantalla, al funeral de Estado previsto para uno de septiembre en la Almudena. Los regidores de Televisión Española ya estarán estudiando desde ahora una "puesta en escena" de corte similar a los que ya nos tiene acostumbrados en parecidos elogios funerales. O sea, sitio preferente para los Reyes junto al evangelio, rostros graves en los bancos ocupados por los miembros del Gobierno,una misa inacabable oficiada por Rouco Varela con homilía para aburrir a las ovejas, varias hisopadas de chamán al aire, posterior acercamiento de los Reyes y de los Príncipes de Asturias hasta los bancos donde "protocolo" habrá instalado desde cuatro horas antes a algunos familiares, supongo que no más de dos parientes por fallecido, y la posterior despedida de la comitiva oficial. Será lo que se conoce con el tópico del último adiós. En días posteriores, los psicólogos seguirán luchando contra el "shock" y la idea de culpa de los seres queridos que quedan en este valle de lágrimas. Cuentan, quienes lo saben, que existen tres etapas en la reacción de los familiares: el impacto, la respuesta y la reubicación. Eso dependera, supongo, de dos variantes difíciles de mensurar: de la densidad de la pena y del grado de parentesco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario