lunes, 24 de mayo de 2010

Del mundo al otro confín

“Hay muchas maneras de contar esta historia --como muchas son las que existen para relatar el más intrascendente episodio de la vida de cualquiera de nosotros--“. Así comienza “La última escala del Tramp Steamer”, de Álvaro Mutis. ¿Y por qué comienzo hoy mi post por estos derroteros? Julio Iglesias, que no suelta un ochavo a las arcas del Estado ni aunque le pongan boca a bajo, se permite el lujo de decirle a Luis del Olmo, que hoy emitía desde Marruecos, que “España necesita un cambio de gobierno”. Eso mismo les parecerá, supongo, a aquellos que se frotaron las manos cuando José María Aznar y una ministra que pareciera haber sido rescatada de un lienzo de Botero, Elvira Rodríguez, ponían nada menos que dos primeras piedras para el trasvase del Ebro el 18 de febrero de 2004; una en Huércal Overa, la otra en Archena. Algunos, entre ellos Valcárcel, Zaplana o Julio Iglesias, olfateaban grandes inversiones en campos de golf y zonas residenciales en una cornisa mediterránea ya de por sí muy degradada por los excesos del ladrillo. El trasvase del Bajo Ebro movería dinero y también especulación. De hecho, ya se habían adquirido los suministro de válvulas de mariposa, carretes y tuberías para abrir zanjas en Murcia, Almería y la Comunidad Valenciana, y se estaban licitando a todo correr las adjudicaciones de los diferentes tramos. ¿A quiénes? Eso ya no importa. La llegada de Rodríguez Zapatero a la Presidencia del Gobierno dio al traste con la obra faraónica, aquel cuento de “La lechera”. Y Julio Iglesias y el resto de “patriotas”, que ya husmeaban la riqueza derivada de sus nuevas inversiones, tuvieron que “envainársela” y esperar mejores tiempos, es decir, permanecer sentados a la puerta de su casa hasta ver pasar el cadáver de su enemigo político. Había perdido las elecciones el PP y eso frenaba sus expectativas. Ahora, en la mitad de la segunda legislatura del PSOE, parece que ha llegado el momento de pedir firmas para que ZP se marche, como hace todas las tardes Cristina López en los micrófonos de la COPE; de hacer declaraciones, como hace Julio Iglesias a Punto Radio; o, simplemente, de esperar a que caiga la fruta madura desde el árbol, como hace Rajoy desde su despacho madrileño de Génova. Pero a lo que iba, moreno, el cantante, que participó ayer en el festival Mawazine, el más importante de Marruecos, y tras su intervención en el programa "Protagonistas" puso rumbo a El Cairo, donde tiene previsto dar un concierto pasado mañana. También, en el día de ayer la Caja de los obispos, CajaSur, era intervenida por el Banco de España. No importa. Las últimas encuestas dan ganador al PP y Rajoy se crece: “Mañana podré tener un príncipe que me sirva/ del mundo al otro confín/ nadie sabrá que me llaman el Enano Saltarín”. Sin embargo, ya que el líder permanece en su despacho de la planta noble bailando frente al espejo, no estaría de más que leyese un periódico que le es afín. Me refiero a “La Razón”, donde hoy aparece un artículo de Martín Prieto, “Afinidades electivas”, interesante. Señala Prieto: “Las encuestas son como las bragas, que ocultan precisamente lo más importante”. Sí, hay muchas maneras de contar esta historia, aunque aquí empieza a oler a mierda.

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