Vuelve Jesús Hermida a RTVE,
ahora entrevistando al Rey el próximo día 4 de enero. No se qué pasa en España,
pero reaparecer en escena, y en la televisión que pagamos todos con nuestros
impuestos, a un dinosaurio de la comunicación al que todos suponíamos que ya
habitaba en un geriátrico de muchas campanillas produce añoranza en un país, el
nuestro, de escasos horizontes. También sorpresa. Cuentan que la entrevista al
jefe del Estado ha sido grabada hoy jueves y que en ella no se incluyen
preguntas de actualidad, ni tampoco interpelaciones “incómodas”, como el caso
Urdangarín, la caza de elefantes en Botsuana, o el
espinoso tema del deseo secesionista de Cataluña por parte de Artur Mas.
Hermida, que ya nos deleitó en su día con la llegada del hombre a la Luna, pretende ahora,
cuarenta y tantos años más tarde de la odisea del Apolo XI, hacernos creer que
en España no existe alternativa posible a la actual forma de Estado. Y se
equivoca. Las entrevistas, cuando son atemporales, como hace al caso, nos
recuerdan a quienes ya peinamos canas aquel programa de Federico Gallo que se
llamaba “Esta es su vida”. Aquella transmisión, recuerdo, tenía una cierta
ternura y a lo largo del encuentro con el protagonista, siempre aparecía algún
viejo compañero al que no veía desde la mili o desde la escuela. Pues bien,
aquí ya se verá en qué queda la cosa. Este es un país inaudito y de difícil
manejo, donde la única ley que se respeta desde las altas instancias es la “ley
del embudo”. En el último mensaje de Navidad, curiosamente, Juan Carlos I no
hizo mención alguna a la desventura del paro ni a la recesión económica que
asfixia a los ciudadanos ni a la calamidad que suponen los desahucios un día sí
y otro también. A mi entender, al mensaje real de Nochebuena le faltó
sensibilidad, quiero pensar que por estar pautado desde el Gobierno. Y uno se
pregunta, ¿de qué charlarán el próximo día 4 de enero el Rey, a punto de
cumplir 75 años, y el dinosaurio Hermida? Si les digo la verdad, tampoco me
interesa. Mirar excesivamente hacia atrás sólo produce frustración y desánimo.
Aunque pudiera suceder que yo estuviese equivocado y que la puesta en escena
que presente el dinosaurio Hermida agrade a la audiencia. Nada extraño en un país
donde los cortesanos, los plebeyos y los lavativas impregnan las columnas de
buena parte de los medios de información, al ir dirigidas a unos lectores de
natural manso, poco exigentes y de muy
apagada iniciativa.
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