Leo en el diario Abc de Sevilla
que el Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra, que tiene una deuda viva, sin
incluir acreedores y proveedores, de 63.764.000 euros, ha decidido cobrar tasas
a los vecinos por hechos tales como pintar
el piso, cambiar el lavabo o reemplazar las persianas. Este ayuntamiento, que
desde 1995 tiene como alcalde al socialista Antonio Gutiérrez Limones y que en
2001 le puso a Guadaira el acento en la “i” como normalización ortográfica (así
fue plasmado en el BOE 097 de 23/04/2003), supongo que contará con una red de
espionaje similar al existente en la
Europa del Este durante la Guerra Fría y que, diariamente,
esos confidentes “soplarán” al oído de Gutiérrez aquello que escuchen en el bar, verbigracia:
“ he oído que Manolo, el hijo de la
Flaca, ha comentado a Ricardo, el del chalé junto al
despoblado de Gandul, que pretende aprovechar el fin de semana para hacer unas
chapucillas en la cocina”, o “parece ser que Antonio, el que habita en la
subida al castillo de Marchenilla, ha perdido las llaves y quiere cambiar la
cerradura”, y así. Entonces, Antonio
Gutiérrez Limones, pondrá el acento sobre las ordenanzas municipales como antes
lo hizo sobre la palabra Guadaíra, y ordenará al alguacil Pedroche que se pase
por los alrededores con aire despistado, como si fuese a comprar tabaco, por
ver si pilla a ese vecino “in fraganti”, es decir, con la paleta de amasar el
yeso en la mano o empuñando el destornillador de estrella y los alicates, y así
poder levantar el correspondiente informe y aplicar las oportunas tasas por no
haber rellenado con anterioridad el impreso de “Declaración de obra menor”. Seguro
que los vecinos no harán crítica alguna mientras se toman el carajillo y juegan
a la brisca, conscientes todos ellos de que la correcta actuación y el celo del
alguacil Pedroche aminorarán la deuda pendiente de 935’51 euros por cabeza, que
es una pasta.
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