Tomo el título del costumbrista
José María de Pereda, donde se enfrentan dos concepciones del mundo distintas,
la simbolizada por Osmunda, don Lope y don Gonzalo y la representada por
Magdalena. Algo parecido a lo que acontece ahora, salvando las distancias. Ello
viene a cuento con las últimas declaraciones del presidente del CGPJ, Gonzalo
Moliner Tamborero, fundador y miembro destacado de Jueces para la Democracia, al haber
declarado a RNE que viajar en clase turista no da la mejor imagen para quien
preside el Poder Judicial y el Tribunal Supremo. Para mí que este magistrado ha
practicado un redoble de tambor circense con tales declaraciones. Los cargos
públicos, como los que él ejerce, ya están suficientemente bien retribuidos con
cargo al contribuyente y gozan, además del debido respeto al empleo, de coche oficial y de
guardaespaldas. Gonzalo Moliner es el sucesor de Carlos Dívar, el de los
famosos escándalos con sus conocidos viajes a Marbella y por los que se vio
obligado a dimitir. Gonzalo Moliner, que ya advirtió en su primera
comparecencia parlamentaria que el
futuro próximo de la Justicia
“no es en
absoluto prometedor”, y que serían necesaria la provisión de 409 jueces y
magistrados más, aunque “en la situación actual no es posible
debido a la crisis económica”, nos sale ahora con esos delirios de grandeza.
Para Gonzalo Moliner, a tenor de sus declaraciones, la clase turista es para
uso de la tropa. Sólo acierta, a mi entender, cuando supone que el futuro de la Justicia no es
prometedor. Le ha faltado decir que no es prometedor para aquellos que viajan
en clase turista, o sea, para la clase media, que no podrá pagar de ninguna de
las maneras las nuevas tasas judiciales adoptadas por el ministro Ruiz-Gallardón.
De ahora en adelante sólo se librarán de las nuevas tasas judiciales los pobres
de solemnidad, que sólo viajan de acera en acera en las grandes ciudades
rebuscando en los cubos de basura. Curiosamente, los pobres de solemnidad, que
cada vez son más en este país, tampoco acuden mucho a la Justicia. No tienen pleitos que
dilucidar y son de buen conformar.
Conllevan su cruz y dormitan cuando la sociedad les deja un hueco para cabecear
arropados con unos cartones del super. Como ciudadano corriente que respeta la
libertad individual, jamás me opondré a que Gonzalo Moliner Tamborero, otrora
chico del Colegio Salesiano de Burriana, viaje en clase preferente. Eso sí,
cuando sus desplazamientos sean privados y se los costee de su bolsillo.
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