Como viene a resultar que el
próximo viernes se acabará el mundo, si hacemos caso a los mayas, ya no parece
necesario que el Rey grabe su anodino discurso de Navidad; que los españoles
nos demos mal rato por el espinoso asunto de las hipotecas y de las amenazas de
desahucio; que Soria se “justifique” ante los pensionistas por la pérdida de su
poder adquisitivo, a los que se les va a
volver a subir un 7% el recibo de la luz
en enero; que Rajoy cuente lo que dice que le aconsejó Merkel y que más tarde ésta lo desmintió; que
Rubalcaba diga a Chacón que “hay que plantear un plan distinto para una
sociedad distinta”; que Montoro asegure que la Administración
pagará a 30 días a los proveedores cuando llegue el verano; que Wert entienda
que haya que hacerse un pacto de Estado sobre Educación; y que Draghi pida a
Rajoy más reformas. El próximo viernes se acabará el mundo y a tomar por el
saco las pompas y vanidades, los capelos cardenalicios, los “dolorosos
progresos”, los ERE colectivos, las recomendaciones de la OCDE, de la Conferencia Episcopal,
de los padres de la
Constitución, de la
OMS, del Génesis, que mantenía que el trabajo era una
maldición divina, y de la madre que parió a tanto falso profeta de la Economía. Hay demasiados
jóvenes licenciados sin padrino y excesivos asesores para unos sansirolés
políticos que intentan salvar el país jodiendo todo lo que tocan. Aquí ya no
caben más tontos. Nos han cercenado las piernas a la altura de la rodilla y nos
exigen que caminemos solidariamente hacia un precipicio donde, en su fondo, ya se
adivinan brotes verdes. Pero damos vueltas en una puerta giratoria sin salida
posible y siempre estamos en el mismo punto de partida. Nos acercamos a la Pascua de Navidad: “gloria
in excelsis Deo”. ¡Váyanse a la mierda! Ayer me quedé despierto hasta la
madrugada por ver en Televisión Española algo que resultó ser una recreación
infumable sobre la Operación Ogro.
Resulta que Carrero Blanco, después de asistir a misa y comulgar, subió al cielo de una azotea
dentro de un “Dodge Dart”. Franco dijo, una vez conocido el atentado, aquello
de que “no hay mal que por bien no venga”. Como escribió años más tarde Antonio
Gala en su “Cuaderno de la Dama
de Otoño”, “Franco, para llegar a providencial trepó sobre un millón de muertos,
y nuestros obispos garantizaron su providencialidad hasta cuando inauguraba un
polideportivo”. El próximo viernes puede ahorrarse Rajoy el Consejo de
Ministros. Los decretos-leyes de ese día nunca llegarán a plasmarse en el BOE
del día siguiente. Te lo prometo por Rigoberta Menchú.
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