Aquí hay de todo: desde el plumilla que llama “chusma” a los
votantes de la izquierda que ahora han conseguido cambiar el Ayuntamiento de
Sevilla y que compara lo que ahora acontece con la Revolución de Asturias
de 1934, hasta el que cuenta disparates
por no haber alcanzado la poltrona ( caso de Esperanza Aguirre), o haber salido tarifando después de mogollón de
años haciendo de la ciudad por ellos gobernada su particular cortijo;
verbigracia: Rita Barberá o Francisco Javier León de la Riva. Otros, que aparentaban ser más moderados, se han limitado
a dirigir una orquesta de periodistas del pesebre para que escribiesen mañana,
tarde y noche sobre la llegada del Frente Popular, como si Podemos, Ciudadanos
y Comprimís fuesen unos virus peligrosísimos sobre los que no existe vacuna
alguna disponible para evitar una posible pandemia. Son, todos ellos, como los
causantes de la gripe española de 1918 trasladada al siglo XXI. Lo que acontece
ahora le parece a la derechona de inusitada gravedad. El virus se ha trocado
mutante y virulento. Sí, hagamos memoria, como desean algunos miserables. Aquel
año, 1918, el año de la gripe española, hubo elecciones generales y fueron
elegidos 412 diputados. El partido más
votado fue el Liberal Conservador, de Eduardo Dato, pero dos
facciones del Partido Liberal (García
Prieto y Álvaro de Figueroa)
obtuvieron más votos. Hubo una Alianza de Izquierdas (Partido Reformista,
Federación Republicana, PSOE, Partit Republicà Català, Partido Republicano
Radical, PURA, Partido Republicano Democrático Federal y Republicanos Nacionalistas
Catalanes Independientes) que intentó presentar la alternativa de Melquíades Álvarez. Finalmente fue elegido
presidente del Congreso Miguel
Villanueva y presidente del Senado Alejandro Groizard. El nuevo presidente
del Consejo de Ministros, Antonio Maura,
dirigió un gabinete con mezcla de conservadores, liberales y de la Lliga, que duró lo que un
pirulí a la puerta de un colegio. El 9 de noviembre el Gobierno era sustituido
por liberales y designado presidente Manuel García Prieto, que dimitió 26
días más tarde. El 5 de diciembre era nombrado presidente Figueroa, aquel que dijo “¡joder, qué tropa!” cuando no le apoyaron
para ingresar en la Real Academia,
y que en enero de 1919 suspendió las garantías constitucionales. El 15 de abril
del año siguiente se convocaban nuevas elecciones. ¿Ese modelo queremos para
España? Hay hasta quien llama “horda de una vociferante chusma impresentable” a
aquellos ciudadanos que han conseguido, no sin esfuerzo y por medio de las
urnas, un cambio de modelo de política municipal. Si ese es el nuevo Frente
Popular, bienvenido sea. Y ya puestos, espero que esa “chusma impresentable”, a criterio de los hijos
y nietos de los que apoyaron a Franco con todas sus consecuencias,
ganen las próximas generales y hagan unas nuevas Cortes Constituyentes por mor
de la afición y por higiene política.
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