La chusma de la
Castuza, como define Antonio
Burgos a Podemos, ha sustituido en el Ayuntamiento de Cádiz el retrato de Juan Carlos I existente en el despacho
de Teófila Martínez, por el de Fermín Salvochea, gaditano ilustre.
Sobre ese asunto ya comenté el pasado viernes lo que creí oportuno en mi blog.
Pues bien, Burgos, en su artículo de hoy en el diario ABC (“Con Iglesias hemos topado”) continua echando leña al fuego sobre
esa “chusma de la Castuza”
que gobierna los ayuntamientos de Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela, La Coruña, Cádiz, Zaragoza; o
sea, seis pueblecillos escondidos entre montañas que apenas constan en los
mapas de carreteras de Repsol. Sobre
el reciente viaje de Iglesias a
Cádiz escribe Burgos: “A pie de obra, y qué obra, de José María González, ya Kichi
para la Historia,
Pablo Iglesias ha podido comprobar que se había quitado la inmensa Bandera de
España, de todos, y que en la balconada del Ayuntamiento en la Plaza de San Juan de Dios
(nos coja confesados) habían colocado una antigualla histórico-artística muy
apropiada: la enseña tricolor que llaman "republicana", pero que no
lo fue de la I República
rojigualda de Salvochea y Pi Margall,
sino de la II República,
de Casas Viejas y de los tiros a la barriga, sin ir más lejos. Pudo comprobar
también Iglesias que en el despacho de la Alcaldía han quitado el retrato de Don Juan
Carlos y puesto el de Fermín Salvochea, mitológico apóstol de los pobres
inventado por los anarquistas y que tuvo su evangelista en el tristemente
famoso Doctor Vallina. ¿Quién era
ese tal Juan Carlos para estar retratado en el despacho de Kichi? Nadie: un
chufla, que nos trajo las libertades y la democracia, inventos malignos de la
burguesía y la Banca,
y que encima firmó la
Constitución de 1978 renunciando a todos sus poderes y
estableciendo el sistema de partidos, en vez de poner a Podemos como Partido
único, que es lo que tenía que haber hecho y dejarse de cuentos”. Veamos: el
“tristemente famoso doctor Vallina”, como dice Burgos, creó gracias a la
suscripción popular abierta por el periódico El Noticiero Sevillano, en 1923, el Sanatorio Antituberculoso "Vida" muy cerca de Cantillana,
el pueblo de la familia de su madre, donde se fue a vivir para atender
gratuitamente a los enfermos que no tenían medios económicos. Un sanatorio que
quedó sin terminar al ser desterrado por Primo
de Rivera y saqueado en 1936. Participó activamente en defensa de la República y organizó la
resistencia en diversos pueblos, como miliciano, como médico y como soldado.
Marchó a Méjico y sirvió como médico a las comunidades indígenas hasta su
muerte en Veracruz, en 1970. Fue interpretado por Manuel Morón en el film Una Pasión Singular (2002) de Antonio Gonzalo, que versa sobre la
vida de Blas Infante, y sus Mis memorias (publicadas por el Centro Andaluz del Libro - Libre
Pensamiento, 470 pp. Sevilla 2000) inspiraron a Vicente Tortajada para hacer su novela Flor de cananas. Pedro Vallina, en fin, fue un destacado promotor
del congreso pacifista que se opuso a la guerra entre pueblos europeos por
causa de la incapacidad de sus gobernantes; analizó las causas sociales de las
numerosas enfermedades, como la tuberculosis, que entonces se cobraban tantas
vidas en Sevilla, encontrando una relación directa con el hacinamiento y falta
de higiene en corrales y casas de vecinos, por lo que impulsó en 1919 una
huelga de alquileres contra las deplorables y abusivas condiciones que imponían
los propietarios y combatió las corridas de toros. Ese gran hombre fue para
Antonio Burgos el “tristemente famoso doctor Vallina”. Por cierto, Burgos, Juan
Carlos de Borbón no trajo las libertades y la democracia a España. Llegaron de la mano de todos los
españoles. Y ese rey, que tres años antes había jurado los Principios Fundamentales del Movimiento, rubricó la Constitución de 1978
por el imperativo de ser el Jefe del Estado; y, además, por su propia conveniencia
para el futuro de la
Monarquía. ¿Dónde está su mérito? La nueva Constitución
matizaba la forma de Estado, evitándose el trance de una consulta popular
previa sobre esa forma de Estado, como hubiera sido lo deseable a la salida de
una siniestra dictadura. El humo del botafumeiro de Burgos dirigido hacia las
imágenes de los Borbones, tanto
vivos como muertos, no le deja ver la realidad. Este columnista sevillano, que
sólo sabe recordar los sucesos de “Casas Viejas y los tiros a la barriga” (sin
especificar por parte de quiénes), confunde los orzuelos con los defectos del
paisaje.
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