España, que es tierra de descubridores (me refiero a Orellana, Cortés, Pizarro, Almagro y todos esos respetables
aventureros) tiene una bandera bicolor. Pues nada, ahora resulta que Pedro Sánchez Pérez-Castejón, imitando
a Obama, la acaba de descubrir
durante el acto de proclamación de su candidatura a La Moncloa y se tapa en ella
como si fuese en una manta de Palencia en pleno enero. Y Podemos, en boca de Errejón, pregunta al secretario general
del PSOE: “¿estás con el cambio o con la bandera?”, como si una cosa tuviese
que ver con la otra. Cosa distinta es que a Podemos no le haya gustado la
escenografía, con Sánchez besando a su mujer, de rojo integral, sobre la pista
de ese “circo americano” aunque sin leones
ni tragasables. A este paso, a no tardar veremos a Pedro Sánchez cantar la Marcha de Oriamendi con el arte de un
bersolari (recuerden que en vascuence no existe la uve): “Gora Jainko maite
maitea/ zagun denon jabe. / Gora Espania ta Euskalerria/ ta bidezko errege”.
Aquí da igual arre que so. En ese toreo de salón lo que importa es mirar al
tendido y quedar bonito. Ciento treinta años de historia y cuarenta de ellos de vacaciones han dado
mucho juego. Pero aquello era, escucha atento, como asistir a la humorada
cómico-satírica Las Corsarias, pero
sin la música del maestro Francisco
Alonso y sin fray Canuto, que en
realidad era Serafín, un hombre
casado y con siete hijos. Es difícil poder entender los bandazos de ese partido
del puño cerrado y la rosa mística, que sustituyó al yunque, la puma y el
tintero, fundado por Pablo Iglesias desde
los tiempos de Casa Labra (Tetuán,12)
cuando todavía no ofrecía a la distinguida clientela los sabrosos soldaditos de Pavía. En principio se
adoptó una postura anticlerical (léase su programa de 1918); convivió con la
dictadura de Miguel Primo de Rivera, que
toleró los movimientos de la UGT,
convirtiéndose en la primera central sindical de España. Esa dictadura promovió
también una extensa legislación social, parte de la cual se recogió en el Código
del Trabajo (1926), en cuyo éxito fue clave la colaboración entre el
régimen, el PSOE y la UGT. De
hecho, la propaganda de Primo de Rivera insistía en que el PSOE era el único
partido honesto de la etapa anterior, y llegó a afirmar que pretendía crear un
nuevo sistema turnista con el PSOE y la Unión Patriótica.
Y para muestra, un botón, es decir, que Francisco Largo
Caballero tomó posesión como consejero de Estado el 25 de octubre de 1924.
Y en 1929 el PSOE se declaraba favorable a la república. Dos años después se convirtió
en el partido mayoritario de las Cortes republicanas de 1931, con 131
diputados. Esa mayoría se vio mermada considerablemente en 1933, con la llegada
de la CEDA como
primera fuerza parlamentaria. Y en 1934, tras una escisión entre los sectores
más moderados (Indalecio Prieto y Julián Besteiro) y los más radicales,
liderados por Largo Caballero, derivó en
la Revolución
de Asturias, en 1934. Y en 1935 el PSOE participó en el llamado Frente Popular,
que ganó las elecciones de febrero de1936. Lo que llegó más tarde preferiría
que lo contase mi paisano Julián
Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de
Zaragoza y colaborador de El País,
ante cuya sapiencia me descubro.
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