martes, 1 de octubre de 2019

Bavón Escalante, guardafrenero



Bavón Escalante y de la Zarza era guardafrenero en los vagones de mercancías. Su trabajo consistía en ir montado en una garita y ayudar a frenar el convoy cuando iba cuesta abajo, accionando una especie de manivela hacia atrás y hacia adelante hasta notar el chirrido de las zapatas de las ruedas del vagón sobre la vía. El guardafrenero Bavón activaba aquel artilugio cuando le avisaba el maquinista mediante el silbado de la locomotora. Los silbidos de las locomotoras tienen su lenguaje. Solía haber una garita cada cinco vagones o una al principio y otra al final por ahorrar personal. Estaba a las órdenes del jefe de tren, al que reemplazaba en caso necesario. Durante las paradas en las estaciones, Bavón solían desempeñar otros servicios: abrir, comprobar que todas las puertas estuviesen cerradas y vigilar y avisar si había algún polizonte oculto. Sobre el traje de panilla llevaba un guardapolvo gris, y sobre su cabeza, una gorra de visera azul con una palma de roble de color rojo. Cada vez que paraba el tren, se bajaba, se acercaba hasta la estación y se echaba al coleto un trago de agua del botijo, porque en todas las estaciones había siempre un botijo junto a la mesa del factor de circulación. Bavón Escalante y de la Zarza llevaba siempre en el bolsillo de la chaqueta un ramillete de plumas estilográficas sujetas con una goma elástica, que vendía a precios asequibles. Tenían capuchón dorado y cuerpo de color negro de plástico, donde podía leerse “Johnson Plexiglass 88". Se cargaban  mediante un émbolo y se podía ver en el depósito el nivel de la tinta. Bavón decía a los posibles compradores que el plumín era de oro de Mannheim. Aquel oficio desapareció con el tiempo, el día en el que entre los topes de los vagones pusieron unas traqueas que llevaban el vapor a todos los frenos de los convoyes.. Hubo otros oficios ferroviarios que también desaparecieron: fogonero, guardesa, calzador, guardagujas, guardabarreras, visitador, guardanoches, capataz, sobrestante y jefe de tren, sobre los que no he escrito suficiente. Los mozos de equipajes no pertenecían a la plantilla del ferrocarril. Eran los también conocidos como  “mozos del exterior”, o maleteros. Vestidos con un largo blusón llegaban incluso a portar al hombro fardos de cuerda para hacer aún más evidente el oficio. El servicio casi se hacía a la carrera, porque debían intentar hacer el máximo de portes en cuanto el tren paraba en la estación. Y, hasta que otro convoy hiciera su entrada, permanecían en corrillos contando historias o bebiendo en la cantina, como hacían los taxistas, o los chóferes de autobuses puestos por los hoteles, o los balnearios. Los maleteros no tenían tarifa por servicio, cobraban la voluntad al cliente. Bavón Escalante y de la Zarza los conocía a todos por su nombre de pila y a veces tomaba chatos de vino con ellos en las cantinas de las estaciones, que todas las estaciones no disponían de cantina, hasta que el tren se ponía en marcha. Bavón esperaba en el andén a que llegase el vagón con su garita. Entonces se montaba echando una carrerilla en el sentido de la marcha hasta subirse al estribo. Bavón un día se jubiló y se fue a vivir a Cubillas de Rueda, cerca de León, que engloba  en ese municipio también a los pueblos de Herreros de Rueda, Llamas de Rueda, Palacios de Rueda, Quintanilla de Rueda, Sahechores de Rueda, Vega de Monasterio y Villapadierna. Ahora busca y vende caracoles y en sus ratos de asueto devora novelas de Rafael Pérez y Pérez.

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