martes, 6 de octubre de 2020

Sostiene Jiménez

 

Vicente Jiménez Zamora es en la actualidad un arzobispo cesante que seguirá administrando la Archidiócesis de Zaragoza hasta el próximo 21 de noviembre, fecha en la que tomará posesión de la sede arzobispal Carlos Manuel Escribano, hasta ahora obispo de la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño. Hasta que llegue ese día, que para los españoles es como un agujero negro en la reciente Historia, por ser la fecha (pronto hará 45 años) en el que ya se había muerto Franco y todavía no se había producido la Segunda Restauración borbónica en la persona de Juan Carlos de Borbón, Jiménez ejerce de administrador apostólico, que es como decir que ejerce de administrador único, pero sin  que el límite de su responsabilidad, como sucede en las sociedades mercantiles, pueda llegar a traspasar la barrera puramente profesional para incidir en la personal. Sus asuntos son de Otro Mundo y, en consecuencia, de existir un responsable, éste sería el maestro armero, o un serafín de seis alas que se rebeló contra Dios, de nombre Amenadiel, si hacemos caso al Libro de Enoc. La cuestión es que el administrador apostólico Jiménez ha declarado a los medios que la basílica del Pilar no puede ser discriminada por la DGA durante las  “no fiestas” pilaristas a la hora de establecer los aforos permitidos por culpa de la pandemia. Sostiene Jiménez: “No vamos a tolerar un 50 por ciento de aforo máximo en la basílica si es del 75 por ciento en actos culturales”. Supongo que Jiménez se habrá querido referir a los teatros y cines, donde los aforos están en función de butacas preasignadas, donde se obliga a dejar espacios vacíos. Pero el caso de la basílica es distinto. En ese espacio concreto, unos se sientan en bancos corridos y otros se limitan a pasear por su interior para observar lo que allí hay expuesto: pechinas de Goya, altares policromados, el camarín pilarista, las banderas colgadas en las paredes, un cuadro sobre el “milagro de Calanda” y hasta dos bombas que no explosionaron por no llevar espoleta ni carga explosiva. Jiménez, en esa rueda de prensa, utilizó la expresión “no vamos a tolerar” como si estuviese inmerso en el meollo del más rancio nacional-catolicismo de otra época, donde los tonsurados, en sus distintos niveles, llevaron a cabo una activa política represiva. De eso sabe mucho Julián Casanova, cuando hace referencia a la tragedia y la comedia (El País, 26.11.2008). “La tragedia -señala Casanova- de decenas de miles de españoles fusilados, presos, humillados. Y la comedia del clero paseando a Franco bajo palio y dejando para la posteridad un rosario interminable de loas y adhesiones incondicionales a su dictadura”. Lo que pueda o no pueda tolerar Jiménez siempre estará supeditado a las medidas adoptadas por el Gobierno autonómico, que tiene asignadas transferencias en asuntos sanitarios. Y Aragón, poniendo la venda antes de la herida, entrará en fase 2 en el periodo comprendido entre el 8 y el 15 de octubre como medida precautoria, en evitación de que los contagios por coronavirus puedan dispararse. Que se entere el intolerante Jiménez, arzobispo cesante y administrador apostólico de vaya usted a saber qué.

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