viernes, 7 de mayo de 2021

Para muestra un botón

 


El torero Enrique Ponce capeó de corto el pasado domingo en Las Ventas con botonadura en la chaqueta corta con la imagen de Francisco Franco, y la leyenda de “caudillo de España por la gracia de Dios”, que vino a ser como aquella bola del mundo con la leyenda “primus circundidiste me” del escudo de armas de Elcano, aunque en versión corregida de la FNMT. Sí, ya sé que se trata de una anécdota y que no debe pasar de ahí ni deberíamos darle mayor importancia. Lo que sucede es que el pasado domingo, día dos de mayo, era la antevíspera de las elecciones en la Comunidad de Madrid, donde todos los pronósticos (incluida la “encuesta metodológica” del gurú Tezanos) indicaban que llevaba todas las papeletas de ganadora Isabel Díaz Ayuso, del Partido Popular. Los resultados electorales son bien conocidos. La Reina de Chamberí rozó la mayoría absoluta, (65 escaños de 69, 35 más que en 2019) desapareciendo del mapa madrileño Ciudadanos. Los malos resultados electorales de Unidas Podemos desencadenaron, también, la marcha de la política activa de Iglesias Turrión, y en el PSOE se produjo una implosión sólo comparable a la del submarino argentino ARA San Juan en noviembre de 2017. Aquel submarino se comprimió como cuando pisas un bote de tomate vacío porque la presión superó la resistencia de los materiales. El torero Enrique Ponce puede vestir como le venga en gana, pero colocarse viejas monedas de 50 pesetas por botones se me antoja una horterada del tamaño de King Kong (película de 1933), donde aquel gorila gigantesco de ficción habitaba en la isla Calavera. Una implosión, digo, con el sorpasso en número de votos (que no de escaños) de Más Madrid al PSOE y las subsiguientes taquicardias de Ángel Gabilondo, ese apocado “pobre Valbuena” al que sólo le queda el recurso de fingir y que ya ha manifestado que renunciará a su escaño en la Asamblea de Madrid. Ya conocen el dicho: “Para muestra un botón”. Se cuenta que Paul von Hindenburg,  mariscal prusiano, creía que se podía juzgar a alguien por los botones de su chaqueta, diciendo que "aquellos que se olvidan de lo pequeño, se olvidarán de lo grande también". Yo no trato, como decía, de juzgar a un torero por los botones que luce en su chaquetilla de terciopelo gris durante un festival taurino benéfico, pero lo del domingo en Las Ventas con la efigie de Franco en la botonadura fue el más claro síntoma de un mal presagio. Precisamente cuando hacía pocos meses que Andrea Levy había conseguido municipalizar la escuela de toros de la Comunidad de Madrid con los votos de PP, Vox y Ciudadanos y la abstención del PSOE. Una municipalización que puede crear un precedente: convertir la fiesta de los toros en un servicio público. En rigor, existen otras prioridades sociales que requieren más atención.

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