sábado, 8 de mayo de 2021

Que la fiesta no decaiga

 


Un artículo de hoy, “Los gilipollas”, publicado en Vozpópuli, me ha hecho reflexionar. Sostiene Juan Manuel López Zafra en ese diario sin soporte de papel refiriéndose a los socialistas y a nuestros impuestos que “ellos son más de quitar y [si procede] devolver, porque así siempre recordaremos [los ciudadanos sangrados hasta la grosería] quién manda y a quién le debemos nuestro sustento, algo que los gilipollas de cañas y berberechos [el turismo masificado reinante nos ha hecho tabernícolas de salón] no somos capaces de entender”. Gilipollas, según el sabio Kalikatres Monedero, son aquellos que cobrando 900 euros mensuales acaban de votar en la Comunidad de Madrid a la Reina de Chamberí, o sea, a Isabel Díaz Ayuso”. El dicho “más cornadas da el hambre” se le atribuye al sevillano Manuel García Cuesta, conocido en los ambientes taurinos como El Espartero, que resultó muerto cuando tenía 29 años y tras una cornada infligida cuando se disponía a matar al toro Perdigón. Le había avisado un mozo de su cuadrilla sobre la dificultad que encerraba la lidia de aquel toro y El Espartero le respondió con la ya famosa sentencia. Pero por aquello de que “no hay mal que por bien no venga”, como dijera Franco tras el asesinato de Carrero, Vicente Blasco Ibáñez se lucró con su novela “Sangre y arena” basada en la historia de un torero, Juan Gallardo [en realidad, Manuel García Cuesta] víctima de un destino fatal. A nadie se le escapa que las autovías se pagaron con impuestos (y también con dinero llegado de Europa, como fue el caso del desdoblamento de la A-2 entre Madrid y Zaragoza). La pretensión del Gobierno que preside Sánchez de aplicar un “repago” por su uso salvo para camiones pesados y autobuses, que son los que más desgastan el firme, parece algo fuera de lugar. Como también se me antoja como una andanada la posible reducción por tributación conjunta en futuras declaraciones del IRPF. Mantiene López Zafra en su artículo que “repartir el empleo y repartir la renta, es algo con lo que los socialistas llevan soñando desde que abandonaron las tabernas para elevar la conversación sin oler a berberecho y que, por ahora, ha acabado siempre con menos empleo y un mayor reparto de renta a los sindicatos, los verdaderos legatarios de los cursos de formación”. Más claro, agua.

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