lunes, 17 de mayo de 2021

Besamanos, anillos y otras florituras

 


El florido mes de mayo lo es también de las primeras comuniones. Vas por la calle los fines de semana y te topas de frente con niños vestidos de marineros o de capitanes de patinete playero, con muchos entorchados, o niñas con vestidos albos de novia, o de novicia que se casa con Dios, en medio de sus orgullosos progenitores también elegantemente vestidos. La madre suele caminar mal por culpa de unos zapatos que le aprietan. El padre con un aflojado primer botón de la camisa y la corbata,  cuyo nudo gordo le hizo un vecino la noche anterior,  y que con las primeras calores y la falta de costumbre  le agarrota el cuello  como la cuerda de un ahorcado. Eso del uso de corbata es práctica que se aprendía a llevar desde niño o no se aprendía nunca. Es lo mismo que sucede con el uso de los cubiertos de pescado o con la costumbre tradicional del besamanos a las señoras casadas, o a las señoras divorciadas, que apenas se estila y que algunos que van de educados por la vida entienden que es cursi. El protocolo indica que hay que tener los pies juntos, las piernas rectas e inclinarse levemente a la vez que se sube la mano de la señora sin llegar a  rozarla con los labios.  Besarle la mano a los eclesiásticos o el anillo al obispo, en cambio, es algo con lo que yo nunca estuve de acuerdo. Hacer ademán de besarle la mano a un eclesiástico fue una prerrogativa durante el reinado de Felipe IV. Era como un reconocimiento a lo divino, equivalente al homenaje del vasallo a su señor de que se reconocía dependiente y al que juraba obediencia. A día de hoy, los obispos siguen añorando el inmenso poder político que tuvieron en el pasado y que siguen teniendo aunque en los tiempos actuales sea de más baja intensidad. Por eso desean en sus visitas pastorales a los pueblos y aldeas dependientes de su diócesis que los lugareños le besen el anillo, signo de autoridad, de dignidad y preeminencia. Algo que no faltaba nunca el día la primera comunión durante los años 60 era la voz de Juanito Valderrama en la sección de “discos dedicados” de los programas de radio, donde decía el locutor: “A Fulanito de Tal el día de su primera comunión, con mucho cariño de su abuelita Julita y de sus primitas, Matilde y Elena, de Valencia, para que se acuerde de ellas en sus oraciones”. Seguidamente: “Como una blanca azucena, / lo mismito que un jazmín, / mi niña va hacia la iglesia, / a la iglesia de san Gil. / Ha cumplido siete años, /  y va a recibir a Dios. / Mi niña toma rezando / su primera comunión…”.

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