sábado, 22 de mayo de 2021

Deshecho y desecho

 


No hay que confundirse. Deshecho es el participio perfecto del verbo deshacer y desecho es un sustantivo masculino que significa lo que queda después de haber escogido lo mejor o más útil de algo. Cuando yo escribí la novelilla corta “Desechos de tienta” hacía referencia a esos astados que en argot taurino no sirven para la lidia y van directos al matadero, o son utilizados tradicionalmente en las fiestas patronales como vaquillas para recortadores. En otras ocasiones, en vez de terminar en el matadero son cedidos a otro ganadero para que con algo de suerte funde otra ganadería aunque con menos sangre brava. Algo parecido a lo que sucede con los políticos. Una vez que dejan de ser ministros, o de ocupar altos cargos en la Administración  por designación directa de otros ministros amigos suyos, suelen terminar su carrera política como senadores autonómicos o territoriales. Son como ballenas varadas, mofletudas e incapaces de volver al agua; y que, con algo de suerte,  hasta pueden llegar a tener una placa que dé nombre a la calle de una ciudad dormitorio o de un polígono industrial. ¿Quién se acuerda hoy de Antonio Barrera de Irimo, de Rodolfo Martín Villa, de Eduardo Carriles Garralaga o de Lorenzo Lozano Vicente (los dos últimos, ministros con el primer Gobierno de Suárez)? Todo tiende a la estratificación y esos personajes, que ya disfrutaron de su tiempo de vino y rosas, se me antojan hoy como extraídos de la Galería de las Estatuas, de Atapuerca. Pronto sucederá algo parecido con los que ahora ocupan la bancada azul del Congreso. Y Sánchez, que ya hace planes para la España de 2050 como si fuese “el maquinista de la General” cuando no sabe qué sucederá pasado mañana, quedará en el recuerdo de los españoles como el Buster Keaton de la política, por sus incomprendidas acciones surrealistas de cómico de vodevil. La carrera de  España de aquí a 2050 es como aquella espantada con  acrobacias, acción y cara de palo que emprendió Johnnie Gray en su doble camino, primero hacia al norte, y luego ese mismo camino hacia el sur, perseguido por otra locomotora, The Texas, que acabó en el fondo de un río. Perdamos toda esperanza: cuando termine, si es que termina alguna vez,  el fantasma de la pandemia, aparecerá el espectro de Mohamed VI, que obligará a un  cambio de vías con rumbo a ninguna parte.

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