lunes, 15 de enero de 2024

Los fuegos de san Antonio

 


Llega san Antón y en las parroquias es costumbre ancestral bendecir  a los animales de compañía y hacer hogueras en las plazas de los pueblos, que era un rito pagano de honrar al sol y conmemorar el solsticio de invierno. Esparcir agua bendita con un hisopo en las puertas de las iglesias estaba considerado como una forma de protección hacia aquellos animales que servían para la labranza o que les proporcionaba a sus dueños huevos, leche y carne. Existe la leyenda del ergotismo desde el siglo XI. Era una dolencia, entonces llamada “fuego de san Antonio”, que hacía sentir que el cuerpo ardía por dentro y se ocasionaban amputaciones por gangrena. Se decía que se curaban milagrosamente tales males visitando  la capilla de las reliquias de ese santo en Santiago de Compostela o  las reliquias de la abadía francesa donde se encontraban sus restos. Tal fue así que hasta se creó una orden hospitalaria, la Orden de los Canónigos Agustinianos Hospitalarios de San Antón que sembraron el Camino de Santiago de hospitales para acoger a esos enfermos. Se distinguían por portar la cruz de san Antón, en forma de "T" de color azul sobre la zona pectoral de su hábito negro. El hospital del convento de San Antón de Castrojeriz (Burgos) curaba a los enfermos ofreciéndoles pan de trigo candeal.  El ergotismo era consecuencia de comer pan de centeno, cuya harina estaba contaminada por ergot, un hongo parásito denominado Claviceps purpurea o cornezuelo. Los efectos del envenenamiento pueden traducirse en alucinaciones, convulsiones y contracción arterial, que puede conducir a la necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena, principalmente en las extremidades. Existía otra variante de esa intoxicación, con intensos dolores abdominales que finalizaban en una muerte súbita. En las mujeres embarazadas producía invariablemente abortos. Aquel “milagro” se producía cuando se dejaba de tomar pan de centeno. Algo parecido sucede con el latirismo cuando se consume en exceso harina de almorta o sus derivados. En España fue frecuente en los años de posguerra.

 

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