San Valero, ventolero
Cuando el calor es noticia en la prensa es
señal de que aquí no pasa nada. El cambio climático es evidente. Los pasteleros
zaragozanos llevan días haciendo roscones para ser devorados por los lamineros el
próximo lunes, festividad de san Valero,
rosconero y ventolero. En Zaragoza existen dos reliquias de ese santo. Aunque
murió en el año 315 en Enate, sus restos fueron enterrados en Roda de Isábena,
y tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I
en 1118 se trasladaron a la actual capital de Aragón: en 1121 un brazo y en
1170 su cabeza. Pedro
Martínez de Luna regaló un busto relicario de
plata para contener ese cráneo; que, curiosamente, reproduce su imagen, o sea,
la del papa de Aviñón Benedicto
XIII. La leyenda cuenta que en cierta
ocasión aquel papa nacido en Illueca detuvo una plaga de arañas y, también, que
poseía los tesoros de los Templarios tras refugiarse en el castillo de
Peñíscola. Jamás renunció a su pontificado. De ahí el dicho “mantenerse en sus trece”. Hasta se dijo
de él que estuvo en posesión del Códice Imperial, un pergamino escrito por el emperador Constantino, del que se decía que, quien lo leyese, sentiría
cómo se helaba su sangre y cómo se tambaleaba su fe. Se custodiaba como el gran
secreto de la Cristiandad, el misterio que, una vez desvelado, haría
tambalearse los cimientos de la Iglesia. Aquel Códice desapareció tras su muerte en 1423. Nunca fue encontrado. El
cráneo de Benedicto XIII fue robado por dos hermanos en abril del año 2000 del Palacio de Argillo, de Sabiñán, y
trasladado a Morés, donde se encontraba oculto y en pésimas condiciones. De
aquel episodio se hicieron eco los diarios The
Washington Post o The New York Times.
Los ladrones de la calavera habían pedido un rescate de un millón de pesetas
que nunca recibieron. Fueron juzgados (uno de ellos era menor de edad) y condenados
a pagar una exigua multa. La Guardia Civil detuvo a sus autores y recuperó la urna seis meses más tarde. La calavera estaba rota en cuatro
trozos y le faltaba la mandíbula. En la actualidad el busto relicario se encuentra,
tras ser restaurada la calavera, en su hornacina de plata en el retablo mayor
de la Seo. Su sepultura había sido abierta por las tropas francesas durante la
Guerra de la Independencia, sus huesos esparcidos y su calavera lanzada al río
Jalón y más tarde recuperada. Debió de ser, según algunos testimonios, un
hombre de pequeña estatura, complexión débil y con pronunciada nariz aguileña. Fue
declarado hereje por la Iglesia católica en el siglo XV. A su muerte contaba 95
años. No cabe duda de que el platero que le hizo el busto le suavizó la nariz
por darle un aspecto más agradable. Aquella calavera, hoy declarada Bien de Interés Cultural, estuvo
olvidada más de 20 años en un sótano del destartalado caserón, según reconoció José Ignacio Marcuello, actual alcalde caracolero. No hay mal que por bien no venga.
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