martes, 30 de enero de 2024

A tumba abierta

 

Se ha modificado el artículo 49 de la Constitución, con el voto en contra de Vox, para cambiar el término “disminuidos”, palabra que se le antoja denigrante a la C.E., por el de  “persona con discapacidad”. Es una manera de igualar a todos los ciudadanos independientemente de su condición. Se produce, por tanto, un cambio de matiz en lo que hasta ahora era un sinónimo. La definición vigente de "disminuido" se refiere a una persona "que ha perdido fuerzas o aptitudes, o las posee en grado menor a lo normal";  mientras que "discapacitado" se relaciona como alguien "que no puede realizar ciertas actividades debido a la alteración de sus funciones intelectuales o físicas".        Pero vayamos a la realidad. Ese cambio de definición no altera las circunstancias. Si una persona vive en un quinto piso sin ascensor, o encuentra trabas para acceder a la otra acera de una calle por causa de un bordillo, da igual cómo se le denomine. La realidad es que esas barreras urbanas disminuyen su movilidad de forma inequívoca, por mucho que el artículo 14 de la Constitución haga referencia a la igualdad ante la ley “sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social".     

    En resumidas cuentas: una cosa es predicar y otra dar trigo. Si tan sensibles están los poderes del Estado en beneficio de la ciudadanía, les invito, por ejemplo, a que actualicen la obsoleta Ley Hipotecaria ( la Ley de 15 de junio de 2019 solo fue un paripé); la manera de poder desalojar a inquilinos morosos y a “okupas” en 24 horas;  a promover suelo para hacer viviendas sociales; a controlar de forma seria el precio de los alquileres; a crear trabajos dignos para que no existan trabajadores pobres; a luchar de forma más eficiente contra el dinero negro; a controlar las migraciones, en evitación de lo que sucede cada día en la isla del Hierro; etcétera. En nuestra situación, donde la tremenda carga fiscal con exiguas contrapartidas está consiguiendo arruinar a un pueblo a costa de un Estado, donde los derroches en las instituciones del Estado son alarmantes, y donde se priman más los fastos que la eficacia, que se cambie en la Constitución el matiz de “disminuidos” por “personas discapacitadas” no es la solución a los problemas. La Constitución del Miedo de 1978  fue el “bálsamo de Fierabrás”  tras la Reforma Política de 1976 para confirmar a un sucesor impuesto por Franco y para poder dejar “marchar de rositas” a muchos asesinos franquistas con la aplicación de la amnistía de 1967. Es agua pasada que sigue moviendo molino.

    Un país serio no soporta el actual nivel de fracaso escolar ni una sanidad pública deteriorada desde sus transferencias a las comunidades autónomas; o camareros tan mal pagados; o que una gran parte de la ciudadanía malviva con pensiones no contributivas o con peonadas de 60 días; o con pueblos vaciados, o con entidades bancarias depredadoras con alevosía; o con treintañeros que no consiguen formar una familia por no poder alquilar un piso decente;  o con un clero pedigüeño y ocioso aunque pródigo con ciertos locutores;  o con una legión de políticos derrochadores, convencidos de que el dinero público no es de nadie. Hemos apostado por los servicios en vez de por la industria cegados por ese 12% que el turismo aporta al PIB sin saber por cuánto tiempo; se ha desalojado a ciudadanos de muchos barrios céntricos para hacer pisos turísticos y se han vendido bloques enteros de viviendas sociales a “fondos buitre”. Madrid fue un ejemplo de esa desfachatez con Ana Botella en la Alcaldía. Otros, por menor delito, están en la cárcel. Muchos médicos se quejan, con razón, de que no podrían vivir con dignidad si no fuese por las guardias; muchos obreros se quejan de las horas extraordinarias que no cobran (y que tampoco denuncian por miedo a represalias); las Universidades se han convertido en fábricas de parados; en los comedores sociales no cabe un alfiler; y la Justicia es lenta en sus resoluciones. 

    El “vuelva usted mañana”, que ya denunciaba Larra hace 190 años, sigue en vigor; y la Oposición, encarnada en Núñez Feijóo, se manifiesta en la calle y se queja de todo lo que hace Sánchez, pero nunca aporta algo que ayude al amejoramiento patrio. La razón es clara: la derechona que él encarna no dispone de un programa alternativo de gobierno. No le interesa que el trabajador pueda vivir con más dignidad. Éste se debe en cuerpo y alma al amo del cortijo, a ese señorito que nunca les saluda pero que le proporciona faena a cambio de lealtad y absoluta sumisión. Los pobres han de ser cada día más pobres para que los ricos sean cada vez más ricos. Algunos tipos que salieron de la nada hasta regalan escáneres a hospitales, mientra en oscuros rincones del mundo explotan a parias que les fabrican prendas de vestir a precios de risa. Esos escáneres son de alguna manera las lavadoras de su desvergüenza. Por cierto, ¿dónde están ahora los que decían ser juancarlistas? He preguntado por ahí y nadie lo sabe. Con esos mimbres difícilmente puede hacerse un cesto.

 

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