viernes, 5 de enero de 2024

Cabalgata de sueños

 



Ya están a punto de llegar los Reyes Magos con su cabalgata de sueños. Desconozco qué fue del paje Carbonilla, provisto de zapatillas y chistera, que vigilaba el comportamiento de los niños, o sea, si habían sido buenos o debían recibir carbón. De ilusión también se vive. Ahora los chicos piden en sus cartas cosas que en mi infancia ni soñábamos que podían existir. Nos conformábamos con pistolas y coches de hojalata que duraban mientras estaba activa la cuerda, o hasta que nuestra curiosidad los destripaba para saber qué había dentro. Pero dentro no había nada, salvo un simple mecanismo consistente en un muelle que se enrollaba al girar la llave. Al soltar la cuerda el muelle (normalmente consistente en una banda elástica) se desenrollaba, haciendo girar una gran rueda dentada que transmitía el giro a otras ruedas dentadas hasta que llegaba al eje de las ruedas traseras del juguete. Más tarde llegaron los juguetes movidos a pilas (por ejemplo, coches de bomberos) a los que se añadían luces y ruidos. Los desplazados juguetes de hojalata terminaban en el desván llenos de polvo y con la cuerda rota. Aquel solía ser su último y triste destino. Al llegar a la edad adulta siempre lamenté no haber conservado  aquel motorista de hojalata, los tebeos, las colecciones de cromos de futbolistas, el tiovivo con musiquilla ratonera, el rompecabezas de cartón, el mecano, la arquitectura de madera… Cuando cambiábamos de casa todo quedaba atrás salvo los recuerdos. Creo que fue Benjamín Franklin el que dijo aquello de que tres mudanzas equivalían a un incendio. Las llamas, como el paso del tiempo, todo lo devoran.

 

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