Leo en la prensa una noticia sorprendente. Sergio Mattarella, presidente de la República Italiana tenía previsto visitar Sicilia el pasado 15 de enero con motivo de la inauguración de los actos para la elección de Agrigento como Capital italiana de la Cultura 2025. Con ese motivo, los técnicos municipales decidieron arreglar el suelo de la carretera con asfalto por donde debía pasar la comitiva presidencial al encontrarse llena de baches. El alcalde, Franco Micciché, consciente de la necesidad de que el asfaltado se hiciese con prontitud, procedió a la correspondiente tramitación con carácter de urgencia. Para ello se habilitó un presupuesto de 510.000 euros. Pero como las prisas son malas consejeras, los operarios optaron por cubrir con asfalto todo el trayecto sin percatarse de que había alcantarillas. Una vez pasada la vista presidencial, los trabajadores se vieron obligados a utilizar detectores de metales para sabe dónde estaban enterradas las tapas de las cloacas y picar el suelo para liberarlas. Por asociación de ideas, me viene a la cabeza la chapuza que se hizo en Paiporta y otros pueblos aledaños con motivo de la trágica riada valenciana. Todos pudimos ver por televisión cómo los limpiadores de calles echaban barro por las bocas de las alcantarillas, con el consiguiente taponamiento de las mismas y que más tarde fue necesario desatascar en evitación de que las heces fecales entraran en las viviendas. A veces, las medidas drásticas poco pensadas equivalen a tener que trabajar dos veces. La chapuza de una inversión de RENFE y un “cálculo a ojo” de los responsables de ADIF por valor de 258 millones de euros en la compra de trenes para circular en vías de la antigua FEVE por Asturias y Cantabria, que no cabían en los túneles de las redes de cercanías, da una idea aproximada de cómo anda el aceite de la lampistería de nuestro candil patrio. En cualquier cabeza medianamente amueblada se razona que si los gálibos en trenes de vía estrecha son menores que los de trazado normal solo caben dos opciones: comprar trenes más bajos o modificar los túneles. Lo menos que se le puede pedir a un político o a un ingeniero de Caminos es que tenga conocimiento de los pesos y medidas que tiene su origen en el metro. Las chapuzas equivalen a falta de profesionalidad. Por resumir, las cosas serias y aquellas que cuestan dinero al contribuyente no deben estar bajo el control de Pepe Gotera Y Otilio, aquellos personajes salidos de la pluma del dibujante Francisco Ibáñez para la revista “Tío Vivo”. No sé si me entienden. No sé si me explico.
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