A mi entender, lo mejor que se puede hacer en el cincuentenario de la muerte de Franco es ni nombrarlo, para que solo así se muera del todo. Pero Sánchez, erre que erre, o sea, hace bueno el dicho “a moro muerto, gran lanzada”. Pero, como dijo Manolo el del Bulto en la Estación de Atocha, al asustarse frente a la fuga de vapor de la locomotora que le había traído desde Sevilla: “Eso cojones, en el Despeñaperros”. Según el diccionario de María Moliner, con la expresión “a moro muerto…” se satiriza a los que se muestran valientes contra algo o alguien, cuando ya no hay riesgo en ello. Lo cierto es que hoy existen muchos ciudadanos que se declaran antifranquistas y que jamás levantaron la voz contra el dictador. Por otro lado, pedir a Felipe VI que se adhiera a los actos programados está fuera de lugar. Si Franco hubiese querido, Juan Carlos no hubiese sido nunca rey de España ni tampoco su hijo. A ese sátrapa, y solo a él, los Borbones le deben la reinstauración de la Corona, pese a que España era una Monarquía sin monarca desde 1947, algo difícil de entender. Además de todo ello, Franco se murió en la cama. Ahora, cuando comprobamos que el fascismo ocupa la tercera posición de fuerza en la política de Europa, me sorprende leer un artículo de Pérez-Maura, donde señala: “Yo debo estar muy despistado, pero no sé qué tiene de fascista un partido como Vox. (..) A diferencia de Podemos, Vox quiere reformar la Constitución. Podemos quiere derogarla”. Lo que sería bueno saber es qué reformas, y de qué tenor, pretende hacer Vox en la Constitución; y, por otro lado, los motivos que tiene Podemos para pretender derogarla. La ultra-derecha y la ultra-izquierda se tocan, como los “extremeños” en la astracanada de Pedro Muñoz Seca y Pedro Pérez Fernández, estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid el 17 de diciembre de 1926, definida como “Opereta en tres actos, pero sin música”. “Ambas formaciones políticas, (como dejó escrito Antonio García Gómez (InfoLibre, 25/06/21) se retroalimentan y se necesitan para seguir creciendo, o simplemente sobreviviendo, siquiera sobre sus bravuconadas, empeñados en una pelea a garrotazos, en un callejón estrecho y sin salida, a ver quién la tiene más larga y a ver quién aumenta su parroquia. Y en esas estamos metidos, con sobreactuación de los unos y los otros hasta qué el mono consiga hablar inglés”. Algo propio de barateros, expertos en el manejo de la navaja, Sobre ello existe un manual anónimo de 1849 y, también, una composición poética de Manuel Bretón de los Herreros, que comienza: “Al que me gruña le mato, / que yo compré la baraja: / ¿está osté? / Ya desnudé mi navaja: / largue el coscón y el novato / su parné, / porque yo cobro el barato / en las chapas y el cané”.
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