
Tengo sobre mi atril el número 180 de Cambio 16 correspondiente al 25 de mayo
de 1975. Ya ha pasado medio siglo. Señala la revista semanal que se esperaba la inminente llegada del presidente norteamericano Gerald Ford a España y se comentaba uno
de los problemas que más preocupaba a Washington, la situación bases de
utilización conjunta en nuestro territorio y la posible entrada de nuestro país
en la OTAN. Mientras, el secretario de Estado Kissinger comentaba al
ministro británico Wilson, de visita
a EEUU, el mismo asunto. El inglés se opondría mientras en España no se adoptase
una forma más democrática de gobierno. Pero por estos pagos sucedían oras
cosas. El entonces director de Cambio 16,
Manuel Velasco, desde octubre de
1974 había tenido que presentarse ocho veces ante el TOP por diversos artículos
aparecidos en su revista. Pero el mayor nerviosismo del Gobierno, quizás,
estaba relacionado con la presencia de Juan
de Borbón en Palma de Mallorca y la comida con su hijo Juan Carlos en el ‘Club de
Mar’, como reflejó Diario de Mallorca.
Ignacio Camuñas, editor de la
revista Guadiana, que había subido a
bordo del barco ‘Giralda’ y
entrevistado a Juan de Borbón no tuvo empacho en referirse posteriormente al
espinoso tema de la sucesión en la Jefatura del Estado. Escribió Camuñas: “Si se
plantea la operación sucesoria en vida de Franco,
esta sucesión ha de ser total y sin ninguna reserva de poder. En concreto se ha
hablado de que Franco seguiría siendo jefe del Movimiento Nacional, generalísimo de los Ejércitos y caudillo de
España por la gracia de Dios, mientas que el sucesor asumiría el papel de jefe
del Estado”. Para Camuñas eso
equivaldría a mantener al entonces príncipe
de España en situación de libertad vigilada, como había ocurrido hasta el
momento. Terminaba señalando Camuñas que “si la situación no implica para el
futuro rey la titularidad de todos los poderes que le otorgan las leyes y, por
tanto, la jefatura de las Fuerzas Armadas, es mejor que no se produzca”. Al
final pasó lo que pasó, o sea, que el advenedizo monarca, al que la derechona más
casposa ya había bautizado como Juan
Carlos el Breve, y que tuvo que tragar sapos y culebras siendo no el sucesor
sino un don Nadie, asumió el 22 de diciembre de 1975
todos los poderes que tuvo el sátrapa en vida. Su frustrado padre, Juan de
Borbón, hasta el 14 de mayo de 1977 no renunció oficialmente a sus derechos
dinásticos. Nunca pudo llegar a ser para la historia Juan III por mucho que su cadáver sea depositado cuando salga del pudridero en
la Cripta Real de El Escorial con ese rimbombante “nombre artístico”.
Juan de Borbón, el 25 de agosto de 1948 se entrevistó con Franco en el yate ‘Azor’ anclado en el golfo de Vizcaya. El aspirante al trono había acudido a esa
entrevista a bordo del balandro ‘Saltillo’.
Allí se tomó la iniciativa de su hijo viniese y fuese educado bajo la tutela
del dictador. En julio de 1969, tras la decisión de Franco de nombrar a Juan
Carlos sucesor, se le hizo llegar a su padre una sucinta carta:
“Mi querido Infante: en cumplimiento del
articulo sexto de la ley de Sucesión, tomo la decisión de proponer a las Cortes
mi sucesor en la Jefatura del Estado en favor de vuestro hijo don Juan Carlos.
Quiero comunicaros y expresaros mis sentimientos por la desilusión que pueda
causaros y mi confianza de que sabréis aceptarlo con la grandeza de ánimo
hereda de vuestro augusto padre, don Alfonso XIII”.
Según contaba Luis María Anson, presente en la lectura de la misiva por Juan de
Borbón, al terminar de leerla dijo airado: “¡Qué cabrón!”. Horas después, Juan
de Borbón, en plena rabiosa pataleta, exigió a su hijo la devolución de la ‘placa de príncipe de Asturias con la Cruz de la Victoria’. El 23 de julio de
ese año, Juan Carlos juraba ante las Cortes Españolas los Principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales, un andamiaje para entonces ya tambaleante de aquella sórdida
y sanguinaria dictadura que desnudaba al futuro rey de la dignidad necesaria
para tomar el relevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario